"Antes había más chotis"
Asistentes a las fiestas de San Antonio se quejan de la falta de gente y bailes
Miguel está sentado con su mujer, Paquita, en una mesa con unas sillas de plástico blancas, de un chiringuito de feria. Se acaban de tomar un chocolate caliente, aunque son ya las nueve de la noche. Están a la fresca, viendo a la gente entrar al parque de la Bombilla, donde se celebran las fiestas de San Antonio de la Florida. "Antes había más chotis", dice. "Más baile y más gente", insiste, pero sin demasiada pasión. Nunca se vistió de chulapo. Paquita nunca usó traje de Maripepa. Pero eso no quita que, a sus 77 y 75 años, Miguel y Paquita echen de menos otros tiempos, en los que estaba todo "menos aburguesado, menos americanizado y más lleno".
A San Antonio de la Florida, también conocido como el santo casamentero, se encomiendan las jóvenes solteras. La tradición dice que durante las fiestas hay que llevar 13 alfileres, echarlos en la pila bautismal de la Iglesia y presionar con las manos. Ese año se tendrán tantos novios como alfileres se queden clavados en la piel. Margarita estaba ayer en la cola, esperando su turno. "¡Pero tengo novio!", exclamaba. Aunque no lo hubiera tenido, llegaba tarde. La celebración de los 13 alfileres fue el viernes 13 de junio, día del santo.
Los chulapos no serían más de 20, pero todos iban con el traje de rigor
"Esto no es lo que era. Antes la cola daba la vuelta a la iglesia y seguía por detrás", se quejaba la dependienta de un puesto ambulante, en la feria. Asegura que de cinco años a esta parte ha perdido un 70% de las ventas. Y eso que tiene de todo: desde kebab hasta churros. Antía García, de 49 años, le da la razón. Ella viene desde Santiago de Compostela para vender todo lo dulce que uno se pueda imaginar: tarta de coco, de chocolate, de crema quemada... Pero lo más exitoso son, como siempre, las rosquillas de san Antonio, hechas con anís, huevo, harina y leche. Lo normal, dice Antía, es vender unas 2.000 al día. "Pero con eso no te ganas la vida. ¿Qué vale una rosquilla?, ¿20 céntimos?". Y alude a la crisis. "Antes la gente no podía dar un paso por aquí, ahora está esto semivacío".
Pero a pesar de los lamentos sobre una feria desvirtuada, ayer se pudieron ver chulapos y chulapas bailando al ritmo de la zarzuela Luisa Fernanda. No serían más de 20, pero todos iban con el traje de rigor: ellas, con un pañuelo blanco en la cabeza y un clavel prendido; ellos, con chaleco, camisa blanca, clavel en el ojal y gorra. "Parece mentira que la gente no apoye las raíces. Cada vez somos menos. Pero el alcalde es el primero que dice que prefiere una ciudad cosmopolita", se quejaba una chulapa.
Fue acabarse el espectáculo de Madrid Castizo y desaparecer las faldas de lunares rojos y los chalecos a rayas para dar paso a los más jóvenes, que iban camino de los conciertos de Entre Papeles y de Krakovia. Y algunos otros, simplemente a hacer botellón. "Esto no es lo más típico de Madrid. Lo castizo, castizo son las fiestas de San Isidro", aseguraba Covadonga, de 24 años. A pesar de ser madrileña, ayer se estrenó en las fiestas de San Antonio. De casualidad. "Estábamos en Colón, celebrando la victoria de España, y nos han echado", explicaba un amigo de la chica, con el vaso de calimocho en la mano.
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