Doble rasero
En un anuncio de televisión aparece un ama de casa que dice que no le importan nada las turbulencias de los mercados financieros, pero sí el precio de la leche. Aunque ambos fenómenos están relacionados y tendrán consecuencias sobre la mayor parte de los ciudadanos, esta aparente distancia entre la economía financiera y la real se percibe con nitidez en la calle, en la actual coyuntura de incertidumbre y desconfianza.
Y sin embargo, hay un tratamiento muy desigual entre una y la otra. En la reciente cumbre de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en Roma, se manejaron algunas cifras de urgencia para sacar del hambre a una séptima parte de la humanidad (poco menos de mil millones de personas) y se hizo una apelación -fracasada- a la lucha contra el proteccionismo agrícola (subsidios, aranceles, cuotas...) como fórmula de superación de los problemas de carestía y escasez. Entre esas cifras se habló de la necesidad de al menos 1.100 millones de euros de choque, para paliar los efectos más inmediatos de la hambruna en el mundo (lo que equivale, por ejemplo, a apenas la quinta parte del coste de devolver los 400 euros en las nóminas de los españoles) y de 30.000 millones de dólares al año, a medio plazo.
En esta coyuntura, el alza del precio del petróleo enciende las alarmas
Por el contrario, para resolver las turbulencias motivadas por las hipotecas de alto riesgo se ha considerado natural la intervención de los bancos centrales (liquidez masiva, favorecer la compra de bancos en crisis, garantías discutibles...) y se han contemplado ayudas oficiales para reestructurar algunos bancos. La semana pasada, Bruselas autorizó los subsidios concedidos por las autoridades alemanas al Sachsen LB, uno de los primeros bancos regionales que tuvieron problemas por las hipotecas subprime, como lo hizo antes con las del West LB. En cuanto a los números manejados en el sector financiero, son mareantes en comparación con los de la FAO para la seguridad alimentaria: las pérdidas reconocidas por los bancos afectados (norteamericanos y europeos, sobre todo) ascienden al menos a 300.000 millones de dólares, y las ampliaciones de capital cerradas para reflotarlos se cuantifican en 240.000 millones. Según la OCDE, estas pérdidas podrían ascender a 420.000 millones de dólares, cantidad que el FMI elevó al billón.
Pese a las declaraciones generalizadas de que los peores efectos de la crisis financiera han pasado, el goteo de noticias negativas no cesa. Estos días se supo que Lehman Brothers, el más pequeño de los grandes bancos de inversión americanos, anunciará pérdidas en el primer trimestre del año y prepara una ampliación de capital para superarlas. Algunos analistas hicieron una analogía, que tuvo consecuencias negativas para la tranquilidad de los mercados bursátiles, entre Lehman Brothers y Bear Stearns, el banco que hubo de ser comprado por JPMorgan para evitar su bancarrota, a resultas de una demanda de la Reserva Federal (Fed). Como también se hizo una comparación, quizá exagerada, entre el pequeño banco británico Brad-ford & Bingley, cuyo principal negocio son las hipotecas, con el nacionalizado Northern Rock, al conocerse que el primero iniciaba una ampliación de capital para cubrir las pérdidas del primer cuatrimestre del año.
No son los únicos casos. La agencia de calificación de riesgos Standard & Poor's, acusada de haber mirado para otro lado cuando se inició la crisis de las hipotecas locas, ha revisado a la baja la calificación de la aristocracia financiera de Wall Street (Morgan Stanley, Merrill Lynch y Lehman Brothers) y redujo las perspectivas sobre Bank of America (que culmina la compra de Countrywide, la mayor entidad hipotecaria estadounidense), JPMorgan y Goldman Sachs. También ha degradado la calificación de algunas de las principales entidades aseguradoras de bonos como MBIA y AMBAC, al tiempo que el organismo regulador de las Bolsas de EE UU investiga a la mayor aseguradora mundial AIG, ante las sospechas de que podría haber exagerado el valor de sus contratos vinculados a las hipotecas subprime.
En cualquier otro contexto, el incremento del precio del petróleo (que el pasado viernes se incrementó 11 dólares, la mayor subida diaria de la historia en términos absolutos, hasta alcanzar los 138 dólares el barril) hubiera sido alarmante. En esta coyuntura, enciende todas las luces de alarma.
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