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Columna
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El quicio de la mancebía

El programa Se llama copla de Canal Sur ha sido un rotundo éxito que en su dimensión no era esperado por nadie. En primer lugar es un éxito de los productores y los programadores de la televisión pública, de manera especial de Joaquín Durán y Baldomero Toscano, que han demostrado que se puede hacer televisión generalista a buen precio y de excelentes resultados de audiencia, lo que ha reportado a Canal Sur unas magníficas audiencias. La tan zarandeada y denostada RTVA resulta que es líder en Andalucía y entre las autonómicas , sobre todo si la comparamos con Telemadrid, epicentro de la España más negra y ruin. Conseguir en la televisión de hoy un 50% de audiencia en prime time los sábados por la noche, en competición con el fútbol es un acierto sin precedentes. Más aún, es difícil que vuelva a ocurrir. Es probable que Canal Sur acierte con más programas, que otras teles hagan programas para una mayoría de televidentes, pero es muy difícil congregar a la mitad de los espectadores de un sábado noche. Lo segundo mejor de este programa son los chavales que han puesto toda su ilusión en triunfar en el ejercicio de un género, la copla, en completa decadencia. Chavales jóvenes de toda Andalucía que han puesto talento e ilusión en el empeño. Se merecen lo mejor en sus carreras, quizás por ello hubo tanta gente pegada al televisor a pesar del abuso de este modelo de programas. Programadores inteligentes y chavales talentosos dieron un excelente resultado como producto televisivo que al parecer ha tenido tanto éxito de público como olvido en la crítica. Durante todo el verano los chavales de Se llama copla recorrerán los pueblos andaluces llenando plazas de toros y auditorios para los nostálgicos que quieran recordar las maravillosas canciones escritas hace más de 50 años por magníficos músicos y poetas. Artistas que dejaron un género y unas coplas que forman parte de la historia de España y ahora, unos chavales, rejuvenecen a pesar de que algunos dicen que el género ya está muerto. Hasta aquí la parte positiva del asunto.

Luego están los aprovechados. Los productores que van a exprimir como un limón a los chavales para sacarles todo el provecho hasta que el fenómeno se disipe y ya no sirvan, momento en el que los dejaran tirados en cualquier cuneta. Es la hora del negocio y a ello se dedican sin escrúpulos unos cuantos. Están también los que al calor de la televisión y la audiencia se hicieron "coplistas y coplólogos", expertos de nuevo cuño que nos fueron desgranando su sabiduría forjada en noches de bares y disipación. Algunos que venían del rock y del underground de la noche a la mañana se hicieron castizos. Hay gente nacida en los 40 y anteriores para los que la copla es parte de sus vidas. Conocen a Quintero, León y Quiroga como ahora se conoce a Amy Winehouse. Es el signo de los tiempo. Pero los arribistas sobran.

En último lugar está el tópico andaluz. Detesto esa imagen de la Andalucía apasionada y desbordante, la Andalucía que canta, baila, bebe y cuenta chistes. La del palmero y el gracioso, la del hedonista que presume de no trabajar y que se acuesta a las tantas. En resumen, odio el tópico andaluz. Y la copla es uno de ellos, por hermosas que sean las canciones. Creo que eso no es la Andalucía del siglo XXI. Ahora nuestra tierra es laboriosa, esforzada y emprendedora. No podemos contribuir al tópico que se nos asigna más allá de Despeñaperros como gente vividora e indolente porque no es cierto y porque nos causa mucho daño. Andalucía no es una tierra de caspa e incienso, no es la "Andalucía empalagosa y banal" que dijo Caro Baroja. Tenemos que dejar ya la "manía folklorista" que tanto denunció Luis Cernuda y apostar por nuestros trabajadores, nuestros científicos, nuestros sabios, por gente como Castilla del Pino, Caballero Bonald, Luis García Montero y tantos otros. Al final todo esto de la copla acabará con unos cuantos juguetes rotos y con los aprovechados de siempre buscando cobijo en otra sombra para exprimir su desvergüenza.

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