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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El día de Hillary

Hillary Clinton tuvo ayer su momento de gloria delante de una entregada multitud de seguidores en el National Building Museum, en Washington. Finalmente, la senadora por Nueva York hizo un ejercicio de responsabilidad política, presionada por los notables del Partido Demócrata, al anunciar que suspendía su campaña electoral para apoyar sin ninguna reserva la candidatura de Barack Obama, el primer afroamericano candidato a la presidencia de Estados Unidos. Desde luego, ese paso, el de sumar y no dividir votos en el campo demócrata, es vital para las aspiraciones del joven senador por Illinois si quiere derrotar al candidato republicano, el veterano senador por Arizona, John McCain.

Fue un momento de júbilo para Hillary, pero también de amargura. Hace cinco meses, cuando la campaña de primarias comenzó, ella aventajaba cómodamente a su rival. Los errores de estrategia, su arrogancia y la etiqueta de ser la esposa del ex presidente Bill Clinton le condujeron a la derrota. Ahora bien, su carrera política en absoluto está acabada, independientemente de que Obama se decante por ofrecerle la vicepresidencia en su candidatura electoral. Al menos, así quedó patente en el discurso que pronunció ayer, porque Hillary subrayó que quiere seguir en primera línea. Pero lo más sobresaliente estuvo en el encendido compromiso que hizo para pedir el voto a Obama. Ahora sí que éste puede afirmar que de aquí a noviembre no tendrá otro enemigo que McCain y que la convención demócrata de Denver (Colorado), a finales de agosto, será un paseo militar. Sabe perfectamente que necesita de Clinton para ganarse, entre otros, el electorado femenino, latino y la clase obrera blanca.

Es seguro que el giro de la senadora hacia la obamanía está ligado con lo que Obama pudo ofrecer a Hillary en el encuentro que ambos mantuvieron el pasado jueves a solas y del que nada ha trascendido. Y es probable que esa oferta no se haya centrado en invitarla a formar parte de su ticket, que despierta recelos y comporta peligros, sino en otro tipo de colaboración a su proyecto, así como en hacerse cargo de la elevada deuda de campaña de ella (más de 20 millones de dólares).

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