Le llamaban El Solitario asturiano
El atracador Álvarez Riestra, de 66 años, trajo de cabeza a la Guardia Civil durante años tras evadirse de la prisión de Villabona en un permiso
"Me moriré en la cárcel. De ésta ya no salgo". Eso fue lo que dijo Manuel Ángel Álvarez Riestra, El Solitario asturiano, cuando la Guardia Civil le colocó las esposas el pasado fin de semana en Huelva. Así acababan sus correrías y la cadena de atracos a bancos que inició hace dos años, cuando se evadió de la cárcel de Villabona (Asturias) aprovechando un permiso penitenciario. Ahora, a sus casi 67 años, Álvarez Riestra admite con desolación que ha sido jubilado: morirá en prisión o, cuando salga, ya no estará para jugar al ratón y al gato con los del tricornio.
Riestra ha pasado un tercio de su vida entre rejas, desde que en 1976 fue a dar con sus huesos en un penal por vez primera. Cuando quedó libre, volvió a las andadas hasta que el 16 de marzo de 1985 fue detenido en Santander acusado de desvalijar una joyería de Castellón, de donde se apoderó de joyas por valor de 720.000 euros. Tras cumplir condena, regresó a la calle en abril de 1997. Desde entonces y hasta el 17 de octubre de 1998 dejó su tarjeta de visita en Mieres, Llanes, Colloto, Gijón, Oviedo... y así hasta 11 bancos del Principado, en los que logró un botín total de 125.000 euros.
"Vosotros sabréis, pero no os pagan para morir", advertía a la gente del banco
"Me moriré en la cárcel. De ésta ya no salgo", se lamentó tras ser detenido
Cuando llevaba seis años en el talego, Riestra saltó a la fama al declararse en huelga de hambre, en mayo de 2004, en demanda de algún que otro permiso penitenciario. Entonces alegaba su buen comportamiento como empleado en el economato carcelario, además de la necesidad de trabajar para cotizar a la Seguridad Social y así conseguir una pensión para su próxima jubilación. Pero lo jueces dijeron que no: que dejarle libre siquiera un fin de semana suponía un grave riego para la sociedad.
Tuvieron que pasar otros dos años, hasta que las autoridades accedieron en 2006 a que Riestra disfrutara de un fin de semana fuera de los muros de Villabona. El cura del penal le llevó en su propio coche hasta Oviedo y le buscó alojamiento en el albergue municipal Cano Mata Vigil, que a partir de entonces fijó como su domicilio oficial. Y como había dicho que necesitaba trabajar para hacerse con unos ahorros de cara a su jubilación, pues se fue al Caja Astur de Carabayín Bajo y se llevó más de 90.000 euros a punta de pistola. Tras el golpe, regresó puntualmente a la prisión como si no hubiera roto un plato.
Apenas una semana más tarde, el 11 de abril de 2006, volvió a obtener un nuevo permiso. Y una vez más aprovechó las horas de libertad para ir a una oficina de Caja Astur de Villamayor, en donde retiró más de 35.000 euros sin firmar el recibo correspondiente. "Dadme vuestros carnés de identidad. Y si me denunciáis a la Guardia Civil, yo sabré dónde vivís e iré a visitaros", amenazó a los empleados antes de huir en un coche.
A partir de esa fecha, Riestra decidió no reintegrarse a la cárcel, sino dedicarse a incrementar su hucha y su particular plan de pensiones. Y ya desde ese momento se convirtió en el objetivo prioritario de los guardias civiles de la Unidad de Policía Judicial de la Comandancia de Gijón. Había nacido así El Solitario asturiano, un delincuente que atracaba bancos disfrazado con perilla y peluca, a imagen y semejanza del famoso Jaime Jiménez Arbe, El Solitario. Y, como éste, también actuaba con las yemas de los dedos enfundadas en tiritas de esparadrapo para no dejar huellas.
El siguiente golpe lo perpetró el 6 de octubre de 2006 en un banco de Morcín, en el que se adueñó de 53.000 euros. Y así, cada pocos meses, volvía a reaparecer en cualquier oficina, ante la impotencia de los guardias civiles para los que se había convertido en una obsesión. Éstos veían una y otra vez la misma imagen grabada por las cámaras de los bancos: el mismo hombre, con su peluca y su perilla, con el portafolios donde guardaba el revólver Taurus que empuñaba a la vez que anunciaba a los empleados: "Vosotros sabréis lo que os conviene, pero no os pagan para que os maten". Y, claro, ante ese argumento tan convincente nadie se resistía.
Casado y padre de un hijo y una hija que reside en París, El Solitario asturiano había mantenido años atrás una relación amorosa con María Coral G, una chica treinta años más joven que él, residente en Pola de Siero, a la que había engatusado diciéndole que era jubilado de la Marina y que cobraba una suculenta pensión. Pero a Riestra no se le conocía ahora ninguna pareja ni nada que le atara a ningún sitio. "Le gusta vivir bien y beber vino de la ribera del Duero. No fuma ni bebe y se gasta dinero en cremas para tener buen cutis", confía un guardia.
"Riestra es un histórico. Le teníamos identificado desde el primer atraco, el que hizo en su primer permiso penitenciario. Pero entonces le investigamos y le descartamos porque regresó a la cárcel. Pero al segundo atraco ya no teníamos ninguna duda. El problema era localizarle, ya que no tenía domicilio fijo ni se relacionaba con nadie", explica ahora el subteniente Manuel Ferreiro, uno de sus capturadores. "Ha sido una labor de investigación paciente y perseverante", remacha el coronel Antonio Santos Ferreiro, jefe de la Guardia Civil en el Principado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.