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Reportaje:

Maletas cargadas de recuerdos

Artistas consagrados y principiantes arropan el último capítulo del Maratón

A un lado del escenario principal del Mercat de les Flors, un hombre carga con una gran maleta de cuero. Es Mateo Vergara, uno de los presentadores de la noche. Enseguida explica que el atrezzo no es tal cosa. Cuenta que en la bolsa lleva el grueso de sus recuerdos relacionados con el Maratón del Espectáculo, que este fin de semana ha escrito su capítulo final, un cuarto de siglo después del primero. El equipaje es voluminoso porque Vergara ha participado en las últimas 14 ediciones. La evocación es oportuna, pero la cuenta atrás no ha hecho sino empezar y el programa se impone. Son muchos los artistas a la espera de ofrecer su trabajo al público que desde hace rato aguarda las primeras actuaciones. Y éstas, the show must go on aunque sea por última vez, volverán a sucederse sin que, sin embargo, sea posible esquivar del todo el tono de nostalgia y homenaje.

Primeros espadas de la escena no quisieron perderse el último Maratón
La oferta era amplia e inabarcable, había que escoger

"Un aplauso para Juan Eduardo López y Arnau Vilardebó". Recién llegados de un bolo en Sant Cugat, Paco Mir y Joan Gràcia, integrantes de Tricicle, propiciaban el viernes por la noche un cálido reconocimiento a los organizadores del Maratón. Vilardebó, incombustible maestro de ceremonias, andaba en la sala. Probablemente López no les oyó, atareado como siempre en conseguir la máxima fluidez entre un número y otro, intentando entre bambalinas que no se percibieran las complejidades del sudoku que supone cuadrar las actuaciones de 180 artistas por edición. Y eso que los de Tricicle insistieron: "Qué grande es Juan. Estudiamos juntos, pero él ha llegado a dirigir un festival", decían restándose mérito.

Mir y Gràcia fueron sólo dos de los veteranos que acompañaron la despedida. En realidad, la nutrida presencia de primeros espadas de la escena catalana ha sido el gran hecho diferencial del último Maratón. Y la lista sería aún mayor si así lo hubieran permitido los compromisos laborales de algunos.

López calificaba de "increíble" la respuesta de la profesión ante el anuncio de que el telón iba a caer definitivamente. Sí estuvieron, y triunfaron sonoramente a tenor de la cálida respuesta del público, figuras como el bailarín Andrés Corchero, electrizante con su hermoso Camí del silenci; la experimentada compañía de títeres de Jordi Bertran, capaz de insuflar alma y vuelo poético a un trozo de espuma y convertirlo en un acróbata tan entrañable como lleno de humor; también Chapertons, enfilados una vez más en las motos hechas con neumáticos de goma que se han convertido en su número más famoso, y Los Los, reunidos de nuevo para la ocasión, a lomos de la música y la comicidad fatalista. Esta madrugada, salvo imponderables de última hora, también Eduard Fernández, Increpación, Iliacán, Sol Picó, Jordi Cortés, Accidents Polipoètics, Nats Nus y Christian Atanasiu habrán dejado su firma en el libro de honor del evento.

Es difícil que algún espectador los haya visto a todos. Por su propia naturaleza, definida por escenarios simultáneos y una oferta tan amplia como inabarcable, el Maratón del Espectáculo ha obligado al público a escoger y a renunciar, a decantarse por unas propuestas mientras se perdía la posibilidad de disfrutar de otras. Y a hacerlo, a menudo, de forma definitiva, porque el circuito artístico se ha mostrado impermeable al grueso de las compañías que han buscado aquí una primea oportunidad. Este fin de semana, sin ir más lejos, contemplar a los más grandes del cartel, concentrados en la sala principal del Mercat, suponía perderse pequeñas sorpresas como las Divinas, un sofisticado trío de cantantes a capella, que actuaron en el escenario exterior.

El mismo donde se sucedían las coreografías íntimamente emparentadas de dos grupos de hip hop llegados para confirmar que el fenómeno Fama ha resurgido con bríos renovados. Tan eran jóvenes sus integrantes que para muchos era su primera Maratón, y ni siquiera sabían que ya no podría ser más que la última. Eran los menos. Entre el público abundaban los repetidores, aquellos que, como Mateo Vergara, trajinan un buen puñado de recuerdos relacionados con el Maratón en maletas imaginarias que ya no admiten más equipaje.

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