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Crónica:SILLÓN DE OREJAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Silva (ferial) de varia lección

Manuel Rodríguez Rivero

Tendrían que haberlos visto. Dispuestos y visiblemente nerviosos ante la eventualidad de que la separada Infanta, el Alcalde-estrella, el ministro CAM (no confundir con el segundo hijo de Noé, cuya descendencia padeció la maldición del abuelo borrachuzo y desnudo) y el resto de la comitiva hicieran una etapa ante sus respectivas casetas durante el trayecto inaugural. Sólo faltaban Rouco y la cabra de la Legión. Todos listos en sus casetas con los libros preparados para regalar a la ilustre dama y hacerse la foto. Sí, quizás llegue el día en que el libro-objeto sea una antigüedad y haya que pedir cita previa a los libreros para que le acojan a uno en sus antros sagrados y polvorientos, pero hasta que el apocalipsis Kindle o sus sucedáneos sustituyan a ese "objeto perfecto" (Herralde), los libros, sus gentes y sus fastos encuentran cada año su gran momento de Mary Tribune en el Retiro. No importa que el 75% (aprox) de las casetas de las librerías exhiban un porcentaje muy elevado de idéntica mercancía y que, por tanto, baste con ver un par de ejemplos escogidos para hacerse una idea de lo que ofrecen (casi) todas las demás. O que las editoriales de los grandes grupos se empeñen en olvidar el fondo (que es lo que buscan muchos visitantes) y traer fundamentalmente sus últimas "apuestas", que son las mismas que exhiben las librerías. Se consolida la homogeneidad de la oferta feriante, una tendencia que también se demostró en el último Sant Jordi. Lo que no deja de ser paradójico: cada vez se producen más títulos y cada vez resulta más complicado hacerse con uno que no sea estrictamente mainstream. En todo caso, ahora estamos de feria/fiesta. Y lo que importa no es que se vendan más ejemplares de menos títulos (y que del resto aumenten las devoluciones), sino que se produzca ese tan celebrado encuentro anual de todos los eslabones de la cadena del libro en el "marco incomparable" del Retiro. ¿Crisis? ¿Qué crisis, Casandra? Al fin y al cabo, que una distribuidora especializada en grandes superficies esté a punto de presentar concurso de acreedores no deja de ser un epifenómeno, un efecto colateral de la bonanza generalizada. O que una editorial que pretendió subirse al tren de los grandes con el andén atiborrado de títulos esté registrando un porcentaje histórico de devoluciones es simple anécdota, caca de vaca. Aquí no pasa nada: ni siquiera importa que se alcen voces premonitorias de magnates de la comunicación arrojando una sombra de duda sobre el precio fijo (por cierto, los empleados de Editis quieren su parte del pastel de plusvalías). Tranquilos: lo que hay que hacer es buscar constantemente otro pijama de rayas, otro Zafón, otro Follet, otro niño mago, otra Cornelia Funke. Y todos a la feria, que hay que ayudar a los libreros a hacer caja antes de que se los merienden Carrefour y demás monstruos de vecindad atronadora. Y, en cuanto a mí, perdonen la tristeza, que diría Vallejo. Es mi carácter.

Cada vez se producen más títulos y cada vez resulta más complicado hacerse con uno que no sea 'mainstream'

Referencias

En mi recorrido ferial "mis instrumentos de trabajo son la humillación y la angustia", como dijo Borges por poeta interpuesto. Humillación porque, ojeando y hojeando de caseta en caseta, me hago más consciente de que, aunque pocas cosas he vivido, tampoco son muchas las que he leído. Y me falta aún tanto (lo de vivir lo llevo con más resignación) que me vence la angustia infame de los demasiados libros. En esta edición decido especializarme en americanos y en pequeñas editoriales independientes. De entre la multitud de las últimas (uno de los signos más positivos del sector), deseo mencionar, sólo como muestra, la caseta colectiva (161) de Contexto ("nuevos editores para nuevos libros"), una joint venture táctica de siete sellos pequeños (Asteroide, Barataria, Global Rhythm, Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso) que se juntan para hacer más ruido, abaratar gastos y dar más presencia a catálogos aún cortos, pero que marcan diferencias notables. Hay muchos más independientes, con y sin caseta, y buscarlos es la mejor aventura del bibliogourmet curioso. Encuentro, por ejemplo, en la solapa de la interesante Correspondencia de Bruno Schulz publicada por Maldoror, una vibrante diatriba contra las llamadas Obras Completas del judío-polaco que publicó Siruela, a las que califican de "auténtico insulto" a la inteligencia del lector. Mi otro interés son los libros que vienen de la otra orilla de la lengua. La quíntuple caseta del Cerlalc orienta, pero hay mucha más presencia iberoamericana para quien quiera encontrarla, incluyendo la que se halla en los catálogos españoles. Me voy de la feria acariciando el último tomo (dedicado al siglo XX) de la Historia de la literatura hispanoamericana de Cátedra, coordinado por Trinidad Barrera. Adoro los (buenos) libros de referencia.

Priapismos

Dentro de los arbitrarios y a todas luces heteróclitos y perfunctorios (pero prácticos) bloques en los que clasifico las novedades que me llegan hay uno en el que se apilan los relacionados con el sexo y afines asuntos titilantes. Acabo de terminar de leer Margot la remendona, de Fougeret de Monbron (1706-1760), una de las nouvelles incluidas por Mauro Armiño en los Cuentos y relatos libertinos publicados por Siruela y que nos muestran esa otra cara del siècle des Lumières de la que tanto se ha ocupado el maestro Robert Darnton, uno de los más grandes historiadores culturales en activo. Traductor de la seminal Fanny Hill, de John Cleland, Monbron es uno de los escritores eróticos y anticlericales que proliferaron en la Francia del XVIII y que reflejaron novelescamente la crisis de la moral tradicional. La antología de Armiño (en la que imagino que, por razones de espacio, no ha sido posible incluir la fundamental Thérèse philosophe, de Boyer d'Argens) es una buena introducción a un género que convirtió a Francia en el centro de una moda literaria que se extendió por (casi) toda Europa hasta la Restauración. En la aludida pila de libros encuentro también Héroes, atletas y amantes, un sugerente ensayo de Luis Antonio de Villena sobre el desnudo masculino (y las miradas sobre el mismo) a lo largo de la historia. Y cuyos planteamientos están muy lejos de los del inquietante mamotreto fotográfico que me envía el siempre sorprendente Taschen y cuyo título, The Big Penis Book, es suficientemente explícito. Como lo era The Big Book of Breasts, su hermano en esa colección de hipertrofiadas glándulas y apéndices humanos (¿lo son realmente?) a las que el avispado editor alemán parece particularmente aficionado. Para que se hagan una idea de su tamaño sólo les diré que algunos de los modelos exhiben falos que dejan en meros canutos los que dibujaba Tom de Finlandia (Touko Laaksonen), y que uno de ellos llega a hacerse, a guisa de maroma, un nudo con el propio. En fin. La pregunta es ¿y ahora qué hago yo con este libro? No sirve para el bookcrossing y regalárselo a alguno/a es todo un compromiso. Any idea? -

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