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Entrevista:Francesc Torres | ARTE | Entrevista

"Quiero ganar la última batalla de la Guerra Civil, la de la memoria"

Francesc Torres (Barcelona, 1948) recorre a grandes zancadas las salas del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). Le rodea el resultado de 40 años de trabajo: pinturas y dibujos, vídeos, fragmentos de instalaciones, esculturas y enormes fotografías, apoyadas en las paredes y en el suelo, al lado de los croquis que indican su lugar en la gran retrospectiva que el museo dedica al artista. Torres sabe exactamente lo que se oculta dentro de cada caja y detrás de cada embalaje: es su vida, que se despliega en obras, siempre vinculadas al momento y al lugar en que fueron concebidas, impregnadas de preocupaciones sociales y políticas. A diferencia de la antológica que le dedicó el Museo Reina Sofía de Madrid en 1991, ésta pone un énfasis especial en las obras planas, más que en las instalaciones multimedia, con que se le suele identificar. No todo es histórico, también hay piezas nuevas, como una instalación formada por enormes imágenes de las tareas de limpieza en el Congreso de los Diputados y una urna vacía con una retroproyección de las sesiones del Parlamento, metáfora de la "democracia sin contenido", que nos aqueja. Es inédita también una impactante doble proyección que enfrenta el anodino ajetreo de una sala del Museo Whitney, donde las personas susurran y caminan de puntillas, con las pasiones desbordadas de los rituales de la Semana Santa católica y la Ashura chiita.

"En el arte se funden el tiempo mítico y el tiempo diacrónico histórico, y quiero reflejar eso también en la muestra"

PREGUNTA. El título de la exposición, Da capo, se utiliza en las partituras para indicar al músico que debe reanudar la ejecución desde el inicio. ¿Es una metáfora del momento que está viviendo?

RESPUESTA. No es la primera vez que me enfrento a una retrospectiva. Cuando abordas un proyecto de este tipo debes replantearte muchas cosas. En el arte se funden el tiempo mítico y el tiempo diacrónico histórico y lo quiero reflejar también en la estructura de la muestra, que combina un desarrollo cronológico y temático, y a la vez establece diálogos entre las piezas.

P. ¿Cómo se conjuga el interés estético y formal con las preocupaciones sociales y políticas?

R. El inicio de mi reflexión sobre el arte coincide con mi llegada a Estados Unidos a principio de los años setenta. Fue entonces cuando empecé el trabajo con contenido social. Me fui de España para no someterme a la última imposición: ser políticamente implicado. Yo quería hacer un arte de vanguardia, conceptual y no tautológico. La experimentación pura, ver la realidad y estar en ella, me pareció siempre mucho más revolucionario y potente que el trabajo de corte panfletario. En Estados Unidos, con la distancia geográfica y psicológica, pude ocuparme de temas políticos.

P. Unos temas que se han convertido en una constante de su obra, culminando en el proyecto Oscura es la habitación donde dormimos, que plasma la exhumación de una fosa común de la Guerra Civil en Villamayor de los Montes (Burgos), en un libro (editorial Actar) y una instalación, que se exhibe ahora por primera vez en España...

R. Quiero ganar la última batalla de aquella guerra, la de la memoria, para superar los problemas políticos e ideológicos que nos impiden pasar página. La Ley de la Memoria Histórica es demasiado tímida y sigue dejando la iniciativa en manos de los interesados. Según las estimaciones, hay unos 50.000 cadáveres enterrados al lado de los adosados y supermercados de la periferia. Las instituciones deberían asegurarse de no dejar ni un solo muerto en la cuneta. Y lo peor es que los juicios del franquismo, con un bizantinismo incomprensible, no se han declarado ilegales, además de ilícitos, por el temor -mezquino e injustificado- de que las víctimas interpusieran una demanda para pedir compensaciones económicas. Es muy frustrante...

P. ¿La misma frustración que experimentó cuando le denegaban los permisos para llevar a cabo el proyecto?

R. Nació como un proyecto más social que artístico. Al principio quería documentar una campaña arqueológica ortodoxa en los enclaves de la Guerra Civil en Cataluña, pero el permiso me fue denegado primero por el Gobierno de Convergencia i Unió y después por el Tripartido (PSC, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya), los mismos que antes se solidarizaban conmigo. Entonces la Generalitat iba a excavar en Albinyana, yo tenía el dinero que me habían concedido dos fundaciones americanas y les pedía sólo documentar el trabajo, pero aun así fue imposible. En España la amnesia histórica comienza con el primer Gobierno socialista. Este capítulo no se cerrará hasta que la sociedad española no sea propietaria de su historia, que por un motivo u otro ha sido secuestrada y no ha sido devuelta.

P. Así fue como terminó en Burgos trabajando con Francisco Echevarria, el forense que identificó a Lasa y Zabala...

R. La idea inicial era excavar en un campo de batalla y finalmente se trataba de una fosa común con 46 cuerpos de republicanos, la carga emocional era mucho más fuerte. Saqué 1.500 fotos con una cámara analógica, en blanco y negro, sin saber exactamente qué haría con ellas. Un libro, vale, pero trabajar la emotividad desde el lenguaje plástico en una exposición era un desafío mucho mayor. ¿Cómo hacerlo? La respuesta llegó del International Center of Photography de Nueva York donde John Handart estaba preparando una muestra de fotos de Robert Capa y su mujer Gerda Taro.

P. ¿Cómo se marca el límite entre la denuncia y el morbo?

R. El papel de los familiares fue muy importante, trabajamos con complicidad y confianza desde la primera hasta la última imagen, en la que sale la fosa vacía. Es la única que se expone con un soporte nuevo, que es como una caja de luz sin caja, de modo que parece que la luz emana de la propia imagen. No se trata de regodearse, pero tampoco se puede poner un filtro. El valor de una obra radica en la capacidad de articular formalmente el contenido y de encontrar el lenguaje adecuado. Estoy empezando un proyecto que tiene las mismas implicaciones que en Burgos. He conseguido los permisos para acceder a un gigantesco hangar, del aeropuerto Kennedy, donde se conservan todos los residuos del 11-S: trozos de paredes y coches, antenas, fragmentos de estatuas... Es una documentación cargada de valor político, por el momento la fotografío y luego ya veré.

P. Usted fue pionero en introducir elementos tecnológicos en sus instalaciones. ¿Qué opinión le merece el arte interactivo e internet como medio artístico?

R. Siempre he tenido muchas reservas hacia el arte interactivo, sobre todo porque estoy convencido de que conceptualmente todo lo es. Con lo digital hemos conquistado un terreno más, lo importante es el uso que se hace; el énfasis no puede estar en la tecnología, sino en los campos narrativos realmente novedosos que se abren. Internet es un útil fenomenal para aprender e investigar, pero la riqueza de su lenguaje estético es aún muy limitada, como el vídeo al principio.

P. ¿Y el debate sobre el movimiento para el conocimiento libre y la dificultad de la industria cultural para manejar el cambio tecnológico?

R. La propia realidad dicta los cambios. La tecnología tiene la capacidad de cambiar las cosas, mientras que a las instituciones les falta flexibilidad, claridad de concepto y capacidad para adaptarse a un panorama muy distinto. La función de las entidades de gestión no se terminó de clarificar y los temas vinculados al audiovisual se han llevado muy mal. La realidad va por delante. La legislación debe ser elástica, utilizar baremos distintos, establecer convenios y ante todo preservar la iniciativa del artista.

P. Usted ha vuelto a Barcelona tras treinta años en Nueva York, más de dos años en París y otros tantos en Berlín. ¿Cómo ve la evolución de la escena artística española?

R. Estamos en lo de siempre. Las instituciones públicas tienen un papel más activo en la promoción de la cultura española, pero en cuanto a presencia real en el extranjero, no hemos ganado mucho. Los que cuentan tienen una larga trayectoria en este sentido o una presencia como país fuera de toda discusión. La fuerza cultural de Estados Unidos no se puede disociar de su potencia económica. España perdió la oportunidad de los ochenta, no supo aprovechar el impulso de la época de la movida. Desde fuera, Barcelona parece mucho mejor de lo que es. Es una ciudad agradable de gente preparada, pero sigue sin haber descubierto la manera de hacer las cosas posibles. Es muy sedimentada en sus costumbres y sus vicios, es difícil salir e ir por libre no se premia, al contrario. En teoría, Barcelona, como Nueva York, lo tiene todo para ser una capital creativa, sin ser un centro de poder, pero no lo es y los políticos la publicitan como la mejor tienda del mundo. -

Francesc Torres. Da Capo. Macba. Plaça dels Àngels, 1. Barcelona. Hasta el 28 de agosto

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