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Inundaciones en el Norte

Acostumbrados a que la casa se inunde "cada dos o tres años"

Pablo Linde

Todos los dedos señalaban ayer al río en Miranda de Ebro: "Cubría esa farola de ahí"; "llegaba hasta aquellas ventanas"; "por aquí no se podía pasar...". Cientos de vecinos paseaban en torno al cauce y hacían comentarios sobre la crecida del agua de la madrugada de ayer.

La mañana del domingo ya presagiaban que el Ebro se iba a desbordar en esta localidad burgalesa de 38.400 habitantes. "Habíamos visto lo que sucedió aguas arriba. Estaba claro que aquí también rebosaría", explica Antonia, cuya vivienda fue alcanzada por las aguas.

Antonia vive en uno de los edificios que quedan a pocos metros de la margen izquierda. Está acostumbrada a que "cada dos o tres años", cuando hay crecidas, su casa se anegue.

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Por eso, el domingo por la tarde ella y su marido ya estaban preparados para ir a casa de su hijo, a unos cuantos metros. Para entonces, el río ya cubría el paseo que discurre paralelo a su parte más baja, unos metros antes de la altura de desbordamiento. El nivel fue subiendo, cubrió vegetación, bancos y farolas.

El Ebro alcanzó su nivel máximo de madrugada, cuando llegó hasta 5,3 metros (la media del mes de mayo estuvo en 1,3 metros). Entonces había varias calles de Miranda cortadas y más de una decena de vecinos habían sido desalojados de sus casas por precaución. Se hospedaron en el Albergue Juvenil Ferrán González, donde estuvieron habilitadas 78 camas por si la situación se complicaba. Otras 200 camas estaban preparadas en el centro de día de la localidad.

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Barro en las calles

Ninguna más fue necesaria. Por la mañana el nivel del río era menor. Antonia y su marido volvieron a casa a las 7.00 a sacar el agua con cubos. Ayer por la tarde sólo el barro de algunas calles delataba las pequeñas inundaciones que amenazaron al pueblo. La mayoría de los vecinos, sin embargo, apenas se inquietaron. "Es cierto que la de ayer fue una de las crecidas más grandes de los últimos años, pero está todo muy controlado y nunca suele llegar a mayores", relataba José María Urbano.

Finalmente, sólo unos cuantos comercios y garajes sufrieron daños leves, así como la comisaría de policía y el Centro de Salud Miranda Oeste, donde el agua llegó por los desagües. Anoche, la situación ya estaba controlada y, según informó la Policía Local, la alerta había pasado. El nivel del río continuaba bajando, las farolas se veían desde la base y la crecida sólo era una marca de humedad en los puentes.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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