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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mientras el cuerpo aguante

El regreso de Plácido Domingo al Liceo, tres años después de su memorable Parsifal de 2005, ha sido triunfal, de los que quedan grabados en la memoria melómana. Ha vuelto para cantar, en versión concertante, otro héroe wagneriano, el juvenil e impetuoso Siegmund, de La Walkyria, todo un reto. Ya tiene 67 años, pero es que en su caso la edad da igual: nadie canta como él. Es único y lo sabe. Su apasionada interpretación de Siegmund provocó el delirio: desprende tal energía, derrocha tal expresividad, emociona con su canto de tal manera que hace olvidar cualquier reparo, sólo queda aplaudirle a rabiar y desear que vuelva, porque volverá.

La presencia de otros dos formidables cantantes, la soprano alemana Waltraud Meier (Sieglinde) y su compatriota, el bajo René Pape (Hunding), permitió disfrutar de un primer acto antológico en lo vocal. Sin duda, lo más vibrante de la temporada. Meier estuvo sensacional: no se puede cantar Wagner con más musicalidad, expresividad y maestría vocal. En cuanto a Pape, deslumbró en su debut liceísta con una voz rotunda, de extraordinaria belleza y seguridad técnica. Un lujo.

LA WALKYRIA

De Wagner. Intérpretes: Plácido Domingo, Waltraud Meier, Evelyn Herlitzius, Alan Held, René Pape, Jane Henschel. Orquesta del Liceo. Director musical: Sebastian Weigle. Versión de concierto. Teatro del Liceo, Barcelona, 28 de mayo.

Para hablar del resto del reparto, hay que olvidarse del olimpo de los divos y descender algunos peldaños. La soprano alemana Evelyn Herlitzius, que se dejó la piel, fue una valiente Brünhilde, muy bien cantada, aunque a su voz le falta peso dramático. También se entregó a fondo el barítono-bajo estadounidense Alan Held en una interpretación de Wotan de mucho empaque y emotividad, no muy refinada, pero sumamente eficaz. Completaron el reparto la mezzosoprano estadounidense Jane Henschel, rotunda Fricka, y un correcto, aunque algo desequilibrado, equipo de walkyrias.

Sebastian Weigle dirigió muy bien, con un sentido del fraseo, una musicalidad y un dominio del estilo wagneriano que no merecían los abucheos que tuvo que soportar al salir a saludar, pero es que la actuación de la orquesta de Liceo, de la que es titular, fue lamentable, con desajustes, pifias y caídas de tensión difícilmente justificables. El sábado se ofrece la segunda y última función (20.00 horas). Por las voces, no se lo pierdan.

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