Dos de mayo, con retraso
Entre las celebraciones, las muestras de orgullo patriótico institucional y el maratón de canaperos que ha celebrado durante todo este mes el Dos de Mayo, el viernes -lo de ayer no cuenta porque eran cuatro gatos- hubo un hueco para revivirlo a fondo. Visto con tiempo, tenía que ocurrir. Aunque fuera con unos días de retraso. Los interesados, con ese ménage à trois que forman Aguirre y sus dos palmeros mediáticos a la cabeza, no han dejado de alentarlo y, toma... explotó.
El revival sucedió en la calle de Génova y lleva todas las papeletas para que la memoria popular lo catalogue como uno de los disparates del siglo. Goya se habría plantado allí, lápiz en mano, para inmortalizar la escena. Unos 200 exaltados se agolparon en la puerta de la sede del PP y la emprendieron a insultos contra Mariano Rajoy y Alberto Ruiz-Gallardón con la excusa de defender a María San Gil y Ortega Lara. Normal: con esa adicción a la pancarta que le crearon al facherío en la legislatura pasada, los más motivados por el discurso de los rompespañas tenían que desahogarse y rasgarse las vestiduras, darse golpes en el pecho en público.
Madrid en términos de protesta no tiene rival. Es una ciudad adicta al exhibicionismo callejero
Pasa cuando las cosas se te escapan de las manos. Pero es que aquello no fue nada razonable. Cierto que se montó como una escenificación impagable de la fractura en dos del Partido Popular. Aunque después de ver esto, mucho peor debe de andar el patio de lo que la lógica y los análisis más alarmantes nos advierten. Pocas veces se ha vivido en Madrid un delirio colectivo así en una ciudad propensa a ellos. Los propios votantes del PP machacando a sus líderes, llamándoles asesinos, ladrones de votos, sinvergüenzas... Clamando por el regreso de Aznar, que se nos antoja ahora un nuevo Fernando VII -el rey más nefasto de la era borbónica- apto para volver a apretarnos los grilletes. Recordaban a las turbas que se levantaron contra los franceses hace 200 años gritando: "¡Vivan las caenas!". No me digan que no.
Madrid, en términos de protesta espontánea no tiene rival. Es una ciudad adicta al exhibicionismo callejero. Cuando lo ejerce con sentido común es única. Y cuando se sale de madre, también. Todo fue una pantomima absurda, una caricatura del alma indomable de la capital que emborrona su currículum. Porque esta ciudad noble y libérrima, cuando se harta, salta a la calle, pero sin que le falte razón. Pasó el Dos de Mayo porque a nadie le gusta sentirse invadido. Y ocurrió en los negros días del 11-M porque nadie decente puede dedicarse a sacarle tajada a los muertos. Rugió Madrid y todo lo establecido se vino abajo.
Un servidor, que llegó hace más de 20 años a instalarse en el foro desde los aires de la sedante bruma del cantábrico santanderino, no deja de flipar con ese grito imprevisible. Aunque lo del otro día no se puede comparar con nada de lo anterior. Se me antojaba un esperpento, un berrido caprichoso e infantil que escapa de cualquier control. Para bien y para mal. No sabía si reírme, llorar, adherirme a la chusma cavernícola, salir corriendo y pedir asilo político en Nigeria o compadecer al pobre Mariano. Esto último se me pasó rápido, porque quien juega con fuego, se quema. Además, él es quien en gran parte ha encendido la hoguera quedándose. Me tranquilicé paseando por la ciudad. El mismo viernes, Madrid andaba, creo yo, más pendiente de Morante de la Puebla en Las Ventas y del regreso de Indiana Jones en todos los cines que de los locos pirolos exaltados de la derechona.
Frente a todos esos chotas, respira una ciudad digna y serena. Muy consciente de que la calle se utiliza para cosas serias, se reserva para los grandes momentos. Desesperados deben de andar para montar un espectáculo semejante. Parecía una parodia macabra. Como si el estilo y la concepción de Chikilicuatre hubiese irrumpido en política. Aunque la verdad, lo que les ocurre está muy claro: les han alentado a pedir sangre durante cuatro años y no van a renunciar ahora a sus presas con un viraje hacia la moderación. Es para echarse a temblar. La bestia ha despertado.
Me consolé también comprobando lo independiente y ajena que vive la ciudad al morro que le echan sus gobernantes. ¿Cuántas horas al día le están dedicando el alcalde y la presidenta regional a ejercer el mandato para el que fueron elegidos? Contando lo que le echan al día para alinearse en la trifulca de su partido, diría que lo justito. Sería tan bonito que no se despiporraran en nuestra propia jeta. A ver si son serios y se ponen a lo suyo.
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