_
_
_
_
Reportaje:

Caritel pierde la inocencia

Los gitanos del lugar aseguran sentir "miedo" ante las protestas

Entre casas de piedra centenarias y otras de nueva construcción, la parroquia de Caritel es la última parada de la villa de Ponte Caldelas antes de avanzar hacia A Lama. Una pancarta que cruza de orilla a orilla la carretera da el primer aviso: "El presente de Caritel es el futuro de todos". Después, banderas de Galicia con crespones negros porque "estamos de luto" y numerosos carteles rematan el mensaje: "No queremos un segundo O Vao" o "Caritel contra los realojos ilegales".

El parque infantil está desierto y los paseos por la carballeira, antes frecuentada, son escasos. A pocos metros está la casa de Mariano Silva, uno de los patriarcas de las dos familias procedentes del poblado de O Vao. Es viernes por la tarde y llueve. Una desconocida se acerca a la verja de la casa. En apenas unos segundos una joven se asoma a la puerta y pregunta: "¿Qué quieres, amiga?". La periodista se identifica y Julia Silva, tras consultar con sus familiares, se acerca con otra mujer. La casa es enorme y juguetes y plantas salpican un porche ordenado.

Las concentraciones semanales que desde hace más de 3 meses los vecinos protagonizan a las puertas de la vivienda no les harán dar un paso atrás. "Nos sentimos acosados pero de aquí no nos vamos a ir", afirman. "Nos miran raro en el supermercado pero preferimos quedarnos aquí que volver a O Vao", y agregan: "No nos metemos con nadie, son ellos los que quieren guerra".

Esta noche toca concentración. Julia Silva cuenta que ante los silbatos y las consignas contra ellos bajan "las persianas y a la cama". Esta vez salen a los balcones. Al otro lado, una treintena de vecinos se colocan tras varias pancartas. El recibimiento vecinal es menos cálido que el de los gitanos porque, nada más oír la palabra prensa, cambian el gesto y advierten que no harán declaraciones. Afirman que en los medios se les ha tachado de "racistas" y se les manipula. Y, ¿qué dicen? La respuesta es clara: "Aquí no los queremos". Argumentan que "hay un problema de drogas pero, sobre todo, estamos molestos por cómo se hizo todo". Hay quien suelta a los perros por la noche "por si acaso". Una vecina ya no deja la puerta de su casa abierta porque tienen "miedo". Lo irónico es que éste es uno de los puntos en común que tienen con la gente que está a otro lado de la verja, donde Julia Silva mira a los ojos para responder: "¿Cómo no vamos a tener miedo?".

Los ánimos están más calientes ahora, después de la aparición de pintadas racistas y de simbología nazi. Los manifestantes aseguran que ellos no han sido. Algunos apuntan a personas del propio Caritel: "Un 1% que nos espían para contarle todo a los gitanos y nos miran mal". Se refieren a los vecinos que se toman una copa con algunos de los hombres del clan Silva en el bar de la sede cultural. Su dueño es de los pocos que ha pedido públicamente una oportunidad para estas familias. "Lo dice porque le dejan en un día más que todo el pueblo junto, pero debería estar callado y pensar que su negocio está aquí para todos los vecinos", advierten. "Aquí viven incluso hippis, de esos que cultivan su huerta y hacen pulseras. No los conozco pero no molestan y siempre saludan", señala otra.

Alrededor de las 21.30 de la noche empiezan a juntarse unos cuarenta vecinos frente a las viviendas adquiridas por el Ayuntamiento de Poio. "No protestamos contra ellos, protestamos contra el alcalde Luciano Sobral, que se los quitó de encima y los trajo aquí". A la pregunta de por qué protestan entonces frente a su casa, responden: "porque aquí no los queremos. ¡Qué se vayan!". "No pararemos hasta que se marchen". De momento, la parroquia se quedará sin fiestas porque "todo el dinero va para esto".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_