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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Brote de violencia

El jueves, a las 16.30 horas, asistimos a una explosión de violencia cuando íbamos por la calle del Consell de Cent, muy cerca de la redacción de EL PAÍS, charlando -¡precisamente!- sobre el fenómeno de la mejoría del humor público. Uno decía: "¿Te has dado cuenta de que la gente en Barcelona ya no es tan esaboría? En los establecimientos públicos, las oficinas, las cafeterías, no es extraño que dependientes y empleados sonrían, y en todos los ámbitos y generaciones advierto más amabilidad, más cortesía, más paciencia, más miradas cordiales, más gestos simpáticos; en fin, más tolerancia, signos de un estilo más blando y dulce.

"Este cambio de estado de ánimo oficial hacia la amabilidad, este nuevo estilo, fácilmente perceptible y hasta creo que obvio, ¿a qué responde? ¿Qué efectos tendrá sobre el futuro inmediato?".

Mientras yo intentaba responder a estas preguntas, nos íbamos acercando sin saberlo a los aledaños del volcán de violencia: los aledaños de la granja Què Bo, la filatelia Julio Heffner y la peluquería Easy Cut. Sí, hoy la gente es más simpática, dije. La masa de inmigrantes americanos trae consigo nuevas esperanzas e ilusiones, acentos dulces y hábitos más corteses; y la eliminación de toda disidencia también tiene algo que ver: si años atrás, y desde la década de los sesenta, lo correcto era estar a la contra del sistema -oposición que se compadecía muy bien con los modales desafectos-, hoy día disentir, aunque sea sólo torciendo el gesto, está poco menos que penado. Todo es mainstream.

En éstas llegamos ante el estanco Cava de Cigars. El epicentro. Se había producido una aglomeración de curiosos en torno a un guardia urbano, de baja estatura y complexión fibrosa, que plantaba cara al señor B, restaurador, para evitar que le partiese la cara al señor A.

El señor A, contable, acababa de comer con unos compañeros de su oficina en el restaurante que regenta el señor B; y muy descontento, al parecer, con el servicio -aunque allí se come bien y a un precio razonable-, al salir hizo un corte de mangas mientras manifestaba opiniones que el señor B, sus camareros y sus hijas consideraron ignominiosas. ¿Se produjo, también, un despectivo empujón? El aspecto más bien blando del señor A me lleva a creer que no, y mi interrogatorio a los testigos no arrojó, sobre este asunto, evidencias conclusivas.

El caso es que en alas de una ira demencial, el restaurador B, sus camareros y su familia persiguieron al señor A, que buscó refugio, unos portales más allá, en el interior del estanco Cava de Cigars, con tan buena fortuna que allí estaba el agente de la guardia urbana, comprando tabaco.

Informado de la situación, el guardia urbano C se colocó en el quicio del estanco y con una determinación y una serenidad admirables, paró los golpes y vedó el paso a los exaltados perseguidores, entre los cuales el más belicoso era la muchacha de ojos fanáticos, que se golpeaba salvajemente el pecho con el puño mientras exclamaba, amenazadora: "¡A mi padre, no! ¡A mi padre, no! ¡Mi vida, entera!".

Cuando la cosa parecía tranquilizarse, una palabra del asustado A redoblaba los golpes que B y los suyos trataban de asestarle a través de ese valladar inexpugnable, el agente C, el cual, con más razón que un santo, exclamó:

-Lo que no puede ser es que por una palabra, por un gesto, se llegue a estos extremos. Es de energúmenos, de animales.

-Bueno, menos mal que no ha pasado nada -sentenció un curioso.

-¿Cómo que no ha pasado nada? -dijo el guardia- ¡A mí me han dado! ¡Ahora llega la patrulla y ya veremos si no ha pasado nada!

El restaurador B, recobrando algo de sensatez y calibrando las consecuencias de su arrebato, se apresuró a apagar las luces y echar la persiana al restaurante; y si con una varita mágica hubiera podido corregir el pasado inmediato, sin duda lo habría hecho.

Todo el incidente confirma lo que veníamos diciendo: pese al estrés, la gente es más amable. De otro modo, el guardia C hubiera perdido los estribos y, blandiendo la cachiporra, habría repartido la leña que allí le estaban reclamando a gritos...

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