Tribalidad o ciudadanía
A pesar de las distancias geográficas y culturales, los brutales linchamientos de inmigrantes surafricanos en Johanesburgo, los vandálicos asaltos a los asentamientos de gitanos rumanos en Nápoles y el cobarde asesinato perpetrado por los etarras en Legutiano guardan entre sí una perversa similitud motivacional: el mismo sentimiento de odio a todo lo que se percibe como distinto -cultural, política, o étnicamente- y la íntima convicción de que la esencia y la pervivencia de "su comunidad", la surafricana, la napolitana o la vasca, está en peligro por culpa de los "de fuera".
Cambian los escenarios, los protagonistas y las motivaciones aparentes, pero la mano miserable capaz de prender fuego a un ser humano, o accionar un coche bomba frente a una casa-cuartel, está movida en su raíz por ese mismo pánico irracional a perder los referentes identitarios.
Ahí está el mayor reto planetario para los gobernantes del siglo XXI: vencer la xenofobia, superar las tribus, formar ciudadanos.
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