Frescura interpretativa

Con un programa que combinaba obras instrumentales y vocales de Vivaldi, estos músicos napolitanos, muy jóvenes en su mayoría, dieron una lección de frescura interpretativa, a la vez que de rigor en los conceptos. Así, en la Salve que inició la sesión, ya se percibió la dulzura del violín, la firmeza del continuo y la belleza de la voz, aunque la soprano parecía algo apurada en la zona grave y con pequeños problemas de fiato. Problemas que irían solucionándose al calentar el instrumento, permitiéndole afrontar el Motete RV 626 y -en la segunda parte- el RV 630 con auténtico poderío en las agilidades y un bonito squillo en los registros medio y agudo.

Alessandro Ciccolini fue asimismo un delicado intérprete del violín antiguo, al que hizo sonar con la pastosidad, la tersura, la voluntariamente limitada gama dinámica, la casi ausencia de vibrato y también, cuando correspondía, el carácter tempestuoso que no pueden negársele a ciertos movimientos de Vivaldi, porque son casi como una señal de identidad.

La Cappella della Pietà, atenta al director y a los solistas, aportó unos músicos que todavía tienen ganas de trabajar bien y no abandonarse a la rutina, incluso en los pasajes donde el ripieno parece no tener más función que suministrar una base armónica y/o rítmica para el lucimiento de los solistas. En lugar de eso, se lo tomaron en serio, proporcionando unos cimientos estimuladores que distaban mucho de ser relleno. Por otra parte, los movimientos de mayor dificultad para la agrupación (como, por ejemplo, el Allegro del RV 565) tuvieron un ajuste perfecto que permitió disfrutar del fugato con toda limpieza. Brillantes y enérgicos se mostraron al final de la misma partitura, al tiempo que presentaban la cara bucólica en el Larghetto del RV 330, o la tensión expresiva, tanto del violín solista como del conjunto, en el Largo e spiccato del RV 565.

Fue quizá lo menos conseguido el Concierto en sol menor para violín, donde en algún momento disminuyó algo la belleza del sonido y la afinación. Pero, en conjunto, resultó una sesión deliciosa rematada por un Gloria exquisito donde Roberta Invernizzi acabó de enamorar a un público que la aplaudió calurosamente.