El poder de la Mafia
Empecé a interesarme por Sicilia y la mafia a través de su literatura. Cuando fui a vivir a Italia en enero de 1980, era una época de intensa violencia. Había terrorismo de izquierdas, terrorismo de derechas, secuestros, atentados, asesinatos y una sangrienta guerra de mafiosos en Sicilia. Pocos días después de mi llegada fue asesinado el presidente de la región de Sicilia, el político siciliano de más alto rango muerto de esa forma. Hubo mucha especulación: ¿había sido la Mafia o acaso el grupo de terroristas de izquierdas, las Brigadas Rojas, había cruzado el estrecho de Messina? Los diarios estaban llenos de violencia de uno u otro tipo y conocí a gente con guardaespaldas y coches blindados, cuyos hermanos mayores habían desaparecido en el infierno de la lucha armada.
Italia es una sociedad en la que los vínculos locales, personales y familiares son mucho más importantes que la lealtad abstracta al Estado y la nación
Si uno se limitaba a leer los periódicos, parecía que el país estaba viniéndose abajo; y, sin embargo, cuanto más vivía y trabajaba allí, más comprendía que el país no se venía abajo en absoluto. Al contrario, en el fondo, Italia parecía extraordinariamente estable, incluso inmóvil. El Gobierno cambiaba casi cada seis meses, pero siempre eran los mismos personajes los que entraban y salían, como en el juego infantil de la silla. Entender ese mundo de violencia y el aparente desorden de los acontecimientos externos con el orden interno esencial era un reto semiótico muy interesante y difícil. Descubrí que la literatura, sobre todo la literatura siciliana, me ayudaba a entender mucho mejor que los periódicos las extrañas contradicciones de la vida italiana.
Por ejemplo, El Gatopardo, de Giuseppe Lampedusa, que describía cómo la vieja Sicilia había absorbido y transformado las fuerzas de la reforma tras la unificación de Italia, explicaba muchas cosas. Su famosa frase: "Si queremos que todo siga como está es preciso que todo cambie" parecía definir lo que entonces se llamaba el "compromiso histórico", la alianza entre el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Comunista Italiano. También me ayudó a comprender el fenómeno terrorista. Aunque el país parecía estar cayendo en la anarquía y la revolución, en realidad, y como reacción, estaba avanzando hacia la derecha. Algunas personas del Gobierno italiano supieron ver que el terrorismo podía ser una poderosa fuerza en favor del conservadurismo, más que de la revolución.
Los autores sicilianos parecían comprender más que otros la extraña "duplicidad" de la vida italiana, en la que la apariencia y la realidad eran, muchas veces, difíciles de separar; viene a la mente la obra de Luigi Pirandello Cosi' e' se vi pare (Así es, si así os parece). El gran novelista siciliano Leonardo Sciascia publicó en esa época un libro titulado La Sicilia come metafora en el que afirmaba que en Sicilia se concentraban y llevaban al extremo muchos de los males que aquejaban a Italia, una especie de reductio ad absurdum que exponía la lógica esencial de las cosas. Italia es una sociedad en la que los vínculos locales, personales y familiares son mucho más importantes que la lealtad abstracta al Estado y la nación. En Sicilia, con el fenómeno de la Mafia, la fidelidad de clan alcanza su forma más extrema y letal.
Sciascia, a través de sus novelas, sus obras literarias de no ficción, sus ensayos y sus piezas periodísticas, me ayudó a leer la literatura y la realidad literaria de Italia de otra forma.
Su puñado de maravillosas novelas policiacas, como Il giorno della Civetta (El día de la lechuza), A ciascuno il suo (A cada cual lo suyo), Una storia semplice (Una historia sencilla), describían el fenómeno de la Mafia mucho mejor que las crónicas sangrientas de los periódicos, y me ayudaron a entender cómo condicionaba no sólo el mundo de los propios criminales sino la conducta de la gente corriente, el mundo de los jueces, los políticos y los sacerdotes.
Un ensayo de Sciascia que me causó una gran impresión fue la introducción que había escrito a la famosa novela del XIX I promessi sposi (Los novios), que en las escuelas italianas es una especie de Biblia y, por consiguiente, odiada por todos. Como Manzoni era un escritor devotamente religioso, Los novios suele interpretarse como una historia de redención católica y reducirse a una serie de preceptos morales. Sciascia, en cambio, veía el libro como una novela del poder, un diagnóstico despiadado de cómo actúa el poder en Italia y una descripción extraordinariamente profética del fenómeno de la Mafia antes de que existiera un fenómeno de la Mafia.
El relato, escrito durante la ocupación austriaca de Italia en el XIX, está situado, para evitar la censura, durante la ocupación española del norte del país en el XVII. El principal villano es Don Rodrigo, que posee su propio ejército privado de bravi con el que impone su voluntad. Al principio de la novela, Don Rodrigo se entera de que una guapa campesina, Lucía, va a casarse, e insiste en imponer su droit du seigneur y acostarse con ella antes que su marido. La pareja decide huir pero no encuentra quién le ayude. Su sacerdote local, el tímido Don Abbondio, se niega a casarlos por miedo a lo que le pueda hacer Don Rodrigo (Manzoni hace una bella descripción de Don Abbondio como "un frasco de barro que viaja entre dos frascos de hierro", con cuidado de no inclinarse demasiado en una dirección ni en otra). Luego está el abogado Azzeccagarbugli, que manipula con habilidad la ley para explicar por qué no puede ayudar a los jóvenes y da unas explicaciones largas y elaboradas, llenas de frases del código penal y citas en latín, todo perfectamente elocuente y perfectamente falso. Y, por supuesto, está el intrigante personaje llamado L'Innominato (El Innombrado), tan poderoso y temible que no puede revelarse su verdadera identidad.
En los últimos años, he pensado con frecuencia en el ensayo de Sciascia sobre Los novios como una novela del poder y parece describir a la perfección la Italia de hoy. Silvio Berlusconi es Don Rodrigo, que no se atiene a ninguna ley y se limita a coger lo que quiere, con su ejército de ejecutivos que sobornan a jueces e inspectores fiscales. Está la temerosa prensa italiana, el Don Abbondio de la situación, que tiene terror de la ira de Don Rodrigo y aspira a su patrocinio, por lo que, para no quedar al descubierto, tiene cuidado de no hacer su trabajo: contar las noticias independientemente de a quién ayuden o perjudiquen. En el Parlamento nos encontramos con muchos Azzeccagarbugli, incluidos los abogados personales de Berlusconi, que, al tiempo que continúan defendiéndole ante los tribunales, elaboran leyes que ayudan a quedar libre a su cliente e insisten en hacer largas declaraciones memorizadas en las que explican que sus acciones legislativas no tienen nada que ver con los procesos a Berlusconi. Y hay muchos, muchos Innominatos, personas y cosas sin nombre, funcionarios que han sobornado y sido sobornados, mafiosos captados mediante escuchas en conversaciones con miembros del Parlamento, políticos condenados por delitos graves que vuelven al Parlamento como si nada hubiera ocurrido.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. Alexander Stille es profesor de la Universidad de Columbia, experto en Mafia, autor de Benevolence and betrayal (Summit Books, 1991); Excellent cadavers: The Mafia and the death of the first italian Republic (Vintage Books, 1995) y The sack of Rome: How a beautiful european country with a fabled history and a storied culture was taken over by a man named Silvio Berlusconi (The Penguin Press, 2006). Al español está traducido El futuro del pasado: la revolución tecnológica y los grandes monumentos de la humanidad, desde las pirámides de Egipto hasta la biblioteca del Vaticano (Península, 2005).
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