Botas hechas para matar
El uso de la ropa como material para el terror en la historia del cine
Un guante abandonado en la escena del crimen, el rojo carmín que enciende los labios de una peligrosa vampiresa, el look posmoderno de una nueva generación de gánsteres del celuloide... Que las apariencias sí pueden matar, al menos en el universo fílmico, resume la filosofía de la segunda edición del festival Moda en el Cine, recién inaugurado en Londres, y que explora cómo la ropa y el diseño de atrezo han contribuido a definir los géneros cinematográficos marcados por la violencia.
Un ramillete de producciones de una decena de países integran un menú consagrado a las influencias recíprocas entre moda y cine, bajo el paraguas de la prestigiosa Escuela de Arte y Diseño de Central St. Martins. El largo aunque sugerente título Si las apariencias pudieran matar: imágenes cinematográficas de la moda, el cine y la violencia arropa un programa heterogéneo de películas de cine negro, el thriller y las cintas de terror. Desde Asfalt (1929) hasta The Red shoes (2005), una trama en la que el coreano Kim Young-gyun concede todos los honores a unos zapatos rojos convertidos en instrumento de una sangrienta venganza.
Muchas de estas cintas son consideradas hoy, pese a su limitada distribución o quizá gracias a ella, piezas de culto. Entre las estrellas del festival destaca Mannequin in real (1958), de Arne Mattson, un tesoro del cine sueco en Eastmancolor cuya trama recoge el asesinato en serie de varias modelos. Seis mujeres para un asesino (1964), del italiano Mario Bava, presenta un argumento casi calcado al de la cinta nórdica. "Las maniquíes aparecen como las víctimas perfectas, una imagen recurrente en el cine de las mujeres sexualizadas y brutalizadas", explica la comisaria de la muestra, Marieta Uhlirova.
Pero las féminas no siempre ejercen de presa y pueden erigirse en ejecutoras letales. Hasta recurren a instrumentos de la moda que fueron concebidos para explotar su sensualidad. Es el caso de Ursula Andress en La décima víctima (1965), donde la actriz se despoja de la parte superior del biquini plateado que apenas recubre sus vertiginosas curvas para perpetrar una estrangulación. Ese thriller futurista de Elio Petri, que tiene en Marcello Mastroianni a su insospechado coprotagonista, supuso todo un despliegue de diseños espaciales que causaron furor. La selección del vestuario en el cine "no sólo como obvia exhibición de la moda del momento, al estilo de El diablo viste de Prada (2006), sino también como disfraz que alimenta las tramas y da cuerpo a los personajes", en palabras de Uhlirova, esto aparece reflejado en El pájaro de las plumas de cristal (1979), ópera prima del maestro del terror Dario Argento.
La comisaria destaca la inclusión en su cartelera de Fata Morgana (1975), cinta dirigida por Vicente Aranda y que de nuevo tiene como protagonista a una maniquí encarnada por la catalana Teresa Gimpera, actriz y modelo icónica de la gauche divine en las postrimerías del franquismo. "Una extraordinaria muestra de la nueva ola del cine español de los setenta, pero casi desconocida en el Reino Unido", subraya Uhlirova. El público londinense puede descubrirlo en un recorrido cinematográfico que se prolongará hasta el 31 de mayo. Completará la singladura del festival una exhibición en la Tate Modern, así como mesas redondas con diseñadores, críticos e historiadores.
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