Neología
El espléndido Congrés Internacional de Neologia en les Llengües Romàniques, además por de su tarea científica, ha servido para que se hablara en los medios de esta disciplina que analiza la creación de lenguaje, dinámica en la que los propios medios de comunicación son una fuente inagotable de inventos. En un amable ambiente políglota, sin traducción, se oyó hablar desde el origen mercantil del concepto culinario de esferificació (Oriol Camps) hasta la incorporación de la terminología informática en el rumano (Cristina Varga).
Internet está lleno de recursos sobre la materia. El propio Observatori de la Neologia de la Pompeu Fabra (http://www.iula.upf.edu/obneo/), organizador del congreso, ofrece una lista de enlaces particularmente útiles. En la sede del Termcat (www.termcat.cat/) hay una neoteca muy viva y se pueden consultar algunos bloques monográficos como, por ejemplo, 20 fichas sobre gastronomía japonesa para poder pedir en varios idiomas los platos básicos de esta cocina tan introducida en Cataluña.
En la sede digital de la Facultad de Traductores e Intérpretes de la Autónoma de Barcelona se pueden consultar artículos introductorios sobre la disciplina. Uno de ellos explica que el auge del sindicalismo a principios del siglo XX engendró muchas palabras nuevas: convenio colectivo, asamblea, huelga, etc. Y sirve para enterarse de lo que supone para la neología la manía de lo políticamente correcto: sustitución de la palabra ciego por invidente o, un caso más barroco, el empleo de embarazo tardío en lugar del, supuestamente imperante, de primípara añosa.
Como explicó María Teresa Cabré en la inauguración del congreso, las lenguas que quieran responder a la modernidad han de actualizarse. En contra de las almas puristas, los neologismos no son pecado. Es el síntoma de una lengua viva. "Una lengua en la que sus hablantes no sean capaces de crear es una lengua débil", concluyó Cabré.
Aunque no siempre ante nuevas necesidades la lengua crea una nueva palabra. A veces recicla una ya existente. En el planeta de Internet hay un sinfín de ejemplos. Navegamos por la web y no por los mares o descargamos un archivo sin necesidad de sudar. Y si antes había que adjetivar el correo electrónico para saber que estábamos hablando de la mensajería digital, ahora el que necesita el adjetivo es el correo postal.
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