Sólo para tus oídos
La crítica lleva tiempo encomendándose a Jason Moran. Si uno pretende estar al loro en jazz, se insiste, no le queda más remedio que escuchar a este joven pianista nacido en Houston. Pese a lo cual, el Johnny no se llenó. Mejor, no sacar conclusiones.
Moran pasa por ser el guardián de las esencias, suficientemente innovador para no parecerse a Wynton Marsalis, y tan respetuoso con sus mayores como para que cualquiera pueda escucharle sin sentirse culpable. El pianista de 32 años se presentó en el San Juan Evangelista flanqueado por "un tsunami de actividad rítmica" (refiriéndose a sus incombustibles acompañantes Mateen y Waits) y un repertorio algo más que ecléctico: versiones que no huelen a muerto de sus dos pianistas preferidos, Jaki Byard -Out Front- y Thelonious -Monk Crepuscule with Neille-; referencias clásicas -Brahms, Cage- o no tanto; un paso para adelante (Afrika Bambaataa) y otro para atrás (Phaorah Sanders); un toque de psicodélia y otro de espiritualidad... Moran ofrece todo ello envuelto en un celofán de modernidad que tiene que ver más con el continente, la forma, que con el contenido, el fondo.
Jason Moran & The Bandwagon
Jason Moran, piano; Tarus Mateen, bajo y voz; Nasheet Waits, batería. 9 de mayo. Colegio Mayor San Juan Evangelista. Tres cuartos de entrada.
En la música de The Bandwagon existe un componente de espectáculo que el profano agradece y el que no lo es, también. No es solo la música, también el contexto, esas conversaciones telefónicas grabadas que anteceden a las interpretaciones "en vivo" y de las que el grupo, al parecer, toma su inspiración.
Más allá de cualquier otra consideración, The Bandwagon interpretan el jazz como si se tratara de un grupo pop que se toma demasiadas libertades, lo que puede aplicarse a otras agrupaciones (EST). También ellos presumen de que en sus conciertos hay muy poco de precocinado: "Lo que van a escuchar esta noche es solo para sus oídos", anuncia pomposo el pianista. Uno lo duda, aunque no resulta fácil comprobarlo teniendo en cuenta que los discos de Moran, aquí, ni los olemos. Algo que su actual sello discográfico, con distribución en España, haría bien en corregir lo más pronto posible. Solo necesitarían recordar la existencia de una música llamada jazz.
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