Se buscan ángeles que afinen bien
20 niños se presentan a las pruebas para refundar la escolanía de Santiago
Ayer, en la Casa del Deán, la cola de peregrinos era bastante más larga que la de los niños del coro. Los unos esperaban su compostela en el primer piso. Los otros aguardaban, apiñados, en el rellano de la escalera destartalada a que empezasen las pruebas de canto de la segunda planta.
Fueron llegando despistados, o asustados, en compañía de sus padres, sus hermanos y alguna abuela. Había más familiares dando aliento que aspirantes a cantor. Y más niñas que niños. En total, 20 escolares. Insuficientes para la meta que se ha marcado la Catedral, por lo que se convocará otra prueba en septiembre. El Cabildo quiere refundar esa escolanía que tuvo, y para ello necesita reunir 40 o 50 menores. Niños de la diócesis de 10 a 12 años y niñas de entre 10 y 14, para cantar, en adelante, en las grandes celebraciones de la seo.
Arturo Aceituno se pasa el día cantando, y toca el clarinete en la cama
"Mucha mierda", les deseó el director a los niños antes de empezar la prueba
El primero en ser llamado para la prueba fue Arturo, pero a él no le importó. Arturo ya está acostumbrado a que le toque siempre romper el hielo, porque en todas partes es el primero de la lista. "Es que se apellida Aceituno", explicaba su madre, "pero no pasa nada, ¡menudo es él!". El compostelano Arturo, de 11 años, no se pone nervioso por nada. En casa se pasa el día cantando y silbando. Va al conservatorio y toca el clarinete. "Lo toca en cualquier postura, tirado en el suelo, o acostado en la cama, con las piernas en alto y apoyadas en la pared". Arturo Aceituno nació para la música. Lo hereda de su padre, Luis, que de mozo fue guitarra de Ébano. Esto seguramente no le dirá nada a nadie. Al menos a nadie que no sea de Ferrol. Pero si añadimos que Ébano se cambió luego el nombre por otro mucho más pop, Los Limones (del Caribe), entonces cambia la cosa.
"No sabemos qué va a cantar", contaban divertidos sus padres mientras la criatura alcanzaba agudísimos en las escalas, acompañado al piano por uno de los organistas de la Catedral, al otro lado de la puerta centenaria. "Traía una de Mozart y alguna otra partitura, pero dijo que a lo mejor improvisaba".
La escolanía de la Catedral se llamará Ángeles de Compostela. Igual que el libro más catedralicio y galaico de Gerardo Diego. El antiguo coro de niños, el que desapareció con una de tantas reformas del sistema educativo (a comienzos de los 80 y al mismo tiempo que la escuela infantil que había en la Catedral), ya se llamaba así. Entonces cantaban en él el alma de Los Tamara, Prudencio Romo, o el director y pianista Maximino Zumalave. Entonces, además, la Casa del Deán, propiedad del Cabildo, no se hallaba en un estado tan ruinoso. Ahora, con muchos de sus frescos echados a perder y las maderas carcomidas, espera una inminente rehabilitación que financiará el Consorcio de Santiago.
Para las pruebas de ayer (escalas, tema libre y breve entrevista), se adecentaron un par de salas. Olía a barniz y, en vez de una alfombra roja, los candidatos, camino de la audición, tenían que atravesar una larga tira de papel de embalar color patata. Sobre ella, los recibió el director del futuro coro, José Luis Vázquez, con su sonrisa y su manera de hablar didáctica y tranquilizadora. Vázquez es subdirector de la Sinfónica de Galicia y director de los Niños Cantores de la misma formación, así que tiene mano en este tipo de castings: "Si no pasáis, no quiere decir que no lo hagáis bien. En mi otro coro de niños, los más buenos son los que pasaron a la segunda o la tercera".
Antes de iniciar la selección, el director les deseó a todos "mucha mierda". Algunos no habían oído jamás la expresión, pero se rieron cuando les explicó de dónde venía la frase. Aquello de los carruajes a la puerta del teatro y el éxito del espectáculo que se medía según el número de bostas de caballo que quedaban al final a las puertas. Hoy habría que decir "mucho aceite de motor".
Y así fueron entrando, detrás de Arturo, Belén Batalla, que cantó Hoy de Gloria Estefan. O Adela Riera, que emuló, en inglés, a la Julie Andrews de Sonrisas y Lágrimas cantando Edelweiss. A partir de ahora, advierte el director, tendrán que atreverse también con "el alemán, el polaco y el latín".
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