Una juerga a costa del Barça
Burlas a Laporta, recuerdos para Eto'o e irónicas exigencias de Raúl a Luis Aragonés en la fiesta aérea del Madrid
"Rogamos a los pasajeros que permanezcan sentados en sus asientos..., mmm, mmm, mmm..., je, je, je". La sobrecargo del McDonnell Douglas MD-83 llamado La Saeta no pudo contener un ataque de risa al ver la coreografía de aquel hombre enajenado. Mientras el avión rodaba hacia la cabecera de la pista del aeropuerto de Pamplona bajo un considerable chaparrón, Képler Laveran Lima Ferreira llegaba al paroxismo. Como esos muñecos de madera que se accionan con una cuerda, quien es conocido por todos como Pepe se levantaba de su asiento, saltaba al pasillo, corría, frenaba, se sentaba y se disparaba otra vez moviendo los brazos y las piernas sin control, gesticulando como los posesos en los rituales centroafricanos.
"Laporta, quédate" y "Eto'o, cabrón, saluda al campeón", éxitos de la noche
Calderón: "Laporta nos ha prometido de regalo un pasillo inolvidable"
Hasta ese momento, Pepe se había caracterizado por la moderación, los gestos serenos, la complicidad filial con los suegros y el encuadramiento burgués. Pero el título de Liga tiene efectos alucinógenos. Los futbolistas que lo conquistaron ante Osasuna, los chicos de la plantilla del Madrid, como Pepe, no sólo se embolsaron un premio de 200.000 euros y se bañaron en cava por dentro y fuera. Además, se liberaron espiritualmente. Y el primero en pagarlo fue el viejo fuselaje del MD-83.
Cuando los jugadores se acomodaron en el aparato, ya llevaban dos horas de delirio. Lo primero que hizo el capitán, Raúl, cuando se metió en el vestuario del estadio Reyno de Navarra, lejos de la mirada de los Indargorri, fue envolverse en una bandera española. Así se montó en el autobús camino del aeropuerto. Empapado en alcohol, con los ojos vidriosos y recubierto por la enseña. Cuando a algún gracioso, seguramente Sergio Ramos, se le ocurrió poner en práctica un ejercicio cómico de promoción, Raúl fue el primero en morder el anzuelo con fuerza. Resultó extravagante ver al más poderoso del vestuario dando botes junto con sus compañeros al grito de "¡Raúl, selección! ¡Raúl, selección!".
"Nunca habíamos visto a Raúl tan encantador", decían los directivos. Regaló abrazos a toda la delegación oficial al entrar en el avión.
Mientras las autoridades se sobaban los lomos, Robinho montó un equipo de sonido de última generación en su mesita desplegable. Se sentó a horcajadas sobre la máquina y agitó los brazos al ritmo del funky brasileño. Los bafles vibraban exigidos por el volumen. A su derecha, Marcelo; a su izquierda, Pepe. En la fila de atrás se acomodó Heinze bajo los efectos del cava y de los analgésicos, con la mano izquierda envuelta en vendas para proteger un dedo reventado. Delante de Pepe, con la bandera de Andalucía sobre los hombros, majestuoso como un sultán, iba el maestro de ceremonias: Ramos. Y al otro lado del pasillo, Il Duce, Cannavaro. En este grupo se forjó la fiesta.
Sergio Ramos, Marcelo y Cannavaro iniciaron los coros. Ramos provocó a Heinze, que iba medio sedado, entonando un estribillo al que se unieron todos: "¡Gabi Heinze se cagó! ¡Gabi Heinze se cagó!". Marcelo agitaba a Pepe cantando una versión particular del Samba da Bahia, de Carlinhos Brown. Entre los reclamos más insistentes, el trío compuso una petición destinada al presidente, Ramón Calderón. Los jugadores pidieron un todoterreno Audi para cada miembro de la plantilla: "¡Se siente, / se siente, / queremos la Q-7!".
Ramos resultó ser el más perspicaz de los coristas con sus alusiones al Barcelona. El equipo entero le secundó en dos clamorosos cánticos. Fueron los grandes éxitos de la noche junto al cava, el jamón y la caña de lomo: "¡Eto'o, cabrón, saluda al campeón!" y "¡Laporta, quédate!, ¡Laporta, quédate!, ¡Laporta, quédateee!". Al presidente del Barça le debieron de llegar vibraciones desconcertantes.
Cuando La Saeta aterrizó en Barajas y Calderón encendió su teléfono móvil, tenía una llamada de su homólogo culé. Calderón la atendió y, tras colgar, dijo que Laporta le había felicitado. Y no sólo eso. Además, le había prometido un regalo para la visita del Barça, mañana en el Bernabéu. Calderón estaba emocionado: "¡Ha dicho que me hará un pasillo inolvidable!".
Mientras que Bernd Schuster, el entrenador, y Pedja Mijatovic, el director deportivo, permanecieron húmedos y en silencio, Calderón celebró su segunda Liga consecutiva desplegando su encanto ante los futbolistas. Como tiene habilidad para la aproximación, rentabilizó su nuevo orden de relaciones. Después de un primer año convulso, se ha hecho querer. En su último discurso en el vestuario dijo: "¡El equipo es vuestro! ¡Jugad y sed felices!". Desde entonces se han sucedido los guiños de complicidad.
En el autobús que trasladó a la expedición hasta la terminal de Barajas, Raúl organizó su propio coro. Decenas de voces se le unieron en dirección a Mijatovic y Calderón: "¡Diarra no se vende! ¡Diarra no se vende!". Aprovechando la coyuntura, Heinze se tomó la revancha alentando a los demás a corear: "¡Calderón, vende a Ramos, la puta que te parió!".
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