La Feria de Abril entra en crisis y reabre las dudas sobre su modelo
Los organizadores potenciarán la asistencia de turistas tras recaudar el 20% menos que en 2007 - Las casetas reivindican un regreso a la esencia andaluza
Eran 17, mirando al techo y de espaldas a la feria, los agrupados en la caseta de la hermandad de Calella. Gris registro para las once de la noche del último sábado del mayor festival andaluz de Cataluña, la Feria de Abril. "Bueno... no ha ido mal", balbuceaba el responsable de la carpa. Detrás de él sólo se movía la escoba empuñada por una camarera que barría la tarima. El resto discutía: que si faltan sevillanas y sobra lo demás; o si cada vez se ven más sillas y menos bailarines. En algo coincidían: menos gente y menos caja. Según los cálculos oficiales, los ingresos han caído el 20% respecto a 2007. Los oficiosos aumentan el porcentaje al 50%. "Estamos perdiendo el hilo", auguró José Ruiz, de 67 años, veterano de la feria. "A ver si mañana [por ayer] por fin está animao", lanzó. Tampoco.
El último día del festejo descubrió un recinto a medio desmontar con la mente ya puesta en el Rocío. Y el bajón económico, primero capeado como algo ajeno a la feria, se tiñó de dudas sobre la senda que sigue el festival. "¿Crisis? Claro, si esto parece una discoteca gigante", lamentó Rafael Perona, presidente del Centro Cultural Gitano de la Mina. "Hay que recuperar las esencias. No podemos competir a golpe de pachanga", remachó.
La FECAC (Federación de Entidades Culturales Andaluzas de Cataluña), entidad que organiza la feria, sólo reconoce sus dudas entre dientes. "Ha habido más gente que nunca. El modelo de la feria es un éxito", subrayó su vicepresidente, Miguel Terrino. Poco después, deshojaba las medidas que se pretenden implantar el año que viene "para recuperar la fuerza perdida". Principalmente, buscar acuerdos con los operadores turísticos y agencias de viajes para que sus clientes recorran la feria. Y reducir el tamaño -lo que implicaría reducir el precio- de las casetas, para que "asociaciones más pequeñas se atrevan a venir". "Una evolución normal", aclaró Terrino, "aunque quizá esta crisis precipite las cosas".
Hace días que se sabía y se disimulaba a lo ancho del recinto del Fórum. Las casetas confiaban en que el puente del Primero de Mayo reflotara la feria. Ni por asomo: la visión que ofrecía la altura de la noria delataba una explanada bañada de carpas y cemento. Hormigón que dominaba los confines del recinto, adonde la gente ni llegaba. Ayer, las casetas empezaron a asumir un balance ruinoso.
"Mal". Hugo, espigado y veterano responsable de la carpa de la FECAC, resumió así una feria "aburrida". Más de una tarde, aseguró, la pasó mano sobre mano. "La gente mira, pero no gasta un céntimo". Y calculó que la propia FECAC ha recaudado la mitad que el año anterior. "En toda la feria no he cobrado una sola mesa de más de 100 euros", explicó. "Y nosotros somos la carpa principal, la más transitada. Imagínate las demás".
Las demás se agobiaban bajo un mar de dudas. "Nos planteamos seriamente si volver o no", confesaba Jorge, responsable de una hermandad con más de 20 años de asistencia a la feria. "Habrá que esperar a ver por dónde van los tiros", susurraba dolido. Nada peor que ausentarse de la feria; pero el bolsillo manda. Jorge se desanimó ante un posible acuerdo para atraer a más turistas. "Ya vienen", aseguró, "y no solucionan nada". Cada cámara de fotos que entra en el recinto, apuntó, le resta intensidad. "Necesitamos gente que se implique, no que vengan a vernos como quien visita el zoo", rechistó. "Si la FECAC tira por ahí, seguro que no volvemos".
Algo que Antonio, de 46 años y primerizo en la feria, ya tenía asumido. "Quería probarlo, pero no lo repetiré", bostezó. Antonio, metalista de profesión, ansiaba ayer reencontrarse con el soplete y el acero. Invirtió 23.000 euros en su caseta (10.000 de la inscripción; el resto, para sufragar el equipo musical, las bebidas y la comida). Ahora tiembla sólo con encararse a la caja. "No he hecho las cuentas, pero no ganaré nada. Con cubrir los gastos me doy por satisfecho", se lamentaba sin discernir el problema. "¿Qué ha fallado? No sé, esta feria nació dormida desde el primer día", resolvió.
Patricia Martín, cocinera de 27 años, enumeró los principales defectos. "Falta ambiente", dijo con voz decepcionada esta sevillana habituada a la otra feria, la cercana al Guadalquivir. "Tienen que relajarse", añadió. "Está demasiado organizado y no les sale bien".
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