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Reportaje:

Si Lenin lo viese...

Moscú es la ciudad más cara del planeta. Rusia crece al 6,8%, pero el 16% de su población vive en la pobreza

Rusia se ha convertido en la tierra de las paradojas. En cinco años, el país euroasiático ha logrado aumentar su PIB en un 36%; ha ingresado 340.000 millones de dólares en las arcas estatales sólo por venta de crudo; se ha consolidado como una plaza atractiva y segura para las inversiones internacionales; ha más que duplicado la llegada de capitales extranjeros hasta los 120.000 millones de dólares; ha reducido el desempleo hasta el 5,9%, y, sobre todo, ha devuelto al Kremlin su estatus de potencia económica mundial, esta vez con armas capitalistas.

Un capitalismo que, precisamente, ha encontrado en la cuna del socialismo su mejor aliado, donde los millonarios crecen como setas y donde el lujo se ha vuelto una marca de identidad. No por nada Moscú se ha situado, por segundo año consecutivo, como la ciudad más cara del mundo, desplazando a Tokio y Londres del primer lugar del ranking Mercer sobre el coste de vida. Y es que en Moscú se puede coger un taxi marca Porsche Cayenne en cualquier calle, se reparte caviar después de un análisis de sangre y una sesión con el psicólogo puede llegar a costar miles de dólares.

Los 100 más ricos poseen fortunas equivalentes a una tercera parte del PIB

Incluso los mayores productores de coches de lujo han trasladado sus estrenos de temporada a la capital rusa, y firmas como Jaguar o Mercedes Benz han duplicado su número de concesionarios en un mercado que crece al 60% anual. Pero todo lujo tiene un coste y éste no puede ser pagado por todos. Y es que el crecimiento explosivo del segundo exportador de crudo del mundo -cuyo PIB se elevará este año un 6,8% después de dos cursos creciendo sobre el 10%- no ha logrado paliar las importantes diferencias sociales entre sus más de 143 millones de habitantes.

La edición rusa de Forbes ha publicado hace unas semanas que el club de las 100 personas más ricas del país reúne fortunas que totalizan 552.000 millones de dólares, un tercio de todo lo que Rusia produce en un año. Sólo en este último año los ingresos de los millonarios rusos han crecido un 54%, desde los 338.000 millones de marzo de 2007. Todo ello mientras el ingreso per cápita del país se mantiene estancado en 3.000 dólares, una décima parte de la media europea y muy lejos de los estándares de una economía que se encuentra dentro de las veinte más grandes del mundo.

Si medimos la economía rusa por paridad de poder de compra, nos encontramos con el séptimo motor del mundo, pero que es sólo la número 53 en PIB per cápita, con 14.600 dólares. Los datos oficiales dicen que Rusia ha reducido la pobreza un 40% desde 1999 -una década después de la caída del comunismo-, hasta un 15,8%. No obstante, los detractores de Vladímir Putin indican que sólo en Moscú existen 40.000 personas viviendo sin techo, de las que casi 3.000 son niños. El sueldo medio de los habitantes de Moscú es de 150 euros, según estas mismas fuentes no oficiales.

Esto sin considerar que el boom económico ha traído consigo una importante alza de los precios. Las últimas previsiones indican que este año la inflación superará el 10%. En 2003 este indicador llegaba al 15% y durante los últimos cuatro años sólo ha bajado una vez de los 10 puntos (2007). Las causas se encuentran en los mercados internacionales, pero también en el desenfrenado aumento del consumo interno impulsado por los ciudadanos de mayores ingresos.

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