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Reportaje:Apuntes

De academia al 'ranking de Shanghai'

Un recorrido por el origen y el crecimiento de la Politécnica, que celebra 40 años

Ignacio Zafra

Aunque nadie se decide a usar el término, de los testimonios de quienes vivieron los orígenes de la Universidad Politécnica de Valencia se deduce que aquello debió de ser un infierno. Un infierno académico, vale, pero un infierno.

"Había un nivel de exigencia elevadísimo. Existían los temidos semestres que, por qué no decirlo, aquí se recuerdan con cierto terror. Empezaron haciéndose exámenes todos los lunes. Luego fueron algo más caritativos y se hacían los sábados para que los alumnos, el domingo al menos, pudieran descansar".

Juan Juliá, rector de la Politécnica, señala otros dos rasgos del severísimo comienzo de la universidad (que celebra su 40º aniversario) que hoy, afirma, serían "inasumibles no solo en España sino probablemente en todo el mundo": si un estudiante suspendía una asignatura, tenía que repetir todas las del curso; y si no se lograba aprobar una materia a la cuarta convocatoria, no le quedaba más remedio que largarse de la universidad.

El modelo docente inicial respondía a una disciplina casi cuartelaria
Juliá: "Nosotros y la Universitat nos hemos centrado ideológicamente"

"¿Tuvo algo positivo aquel sistema?", se pregunta el rector, que ingresó en la carrera de Agrónomos en 1971, el primer curso que la Politécnica era una universidad, después de que en 1968 se fundara como Instituto Politécnico. "Pues probablemente, que fue muy selectivo. Había un nivel de inserción laboral absolutamente pleno. Pero no era un modelo a sostener en absoluto, y yo creo que la formación de la Politécnica es ahora muchísimo mejor".

Las razones por las que el entonces ministro de Educación, el valenciano José Luis Villar Palasí, implantó aquel sistema docente son objeto de discusión. Según una versión, el ministro viajó a Zúrich y volvió prendado del modelo de su centro politécnico. Según otros, como Marcos Rico, rector de la universidad entre 1973 y 1978, la inspiración provino de las grandes écoles, los centros donde el Estado francés forma a sus altos cuadros.

Lo que está claro es que antes de convertirse en lo que es ahora -un referente en España de los estudios técnicos; una institución que suma cerca de 35.000 alumnos y cerca de 40 centros e institutos de investigación (algunos de los cuales, además de punteros, son máquinas de hacer dinero por contratos con empresas); que ostenta el récord de patentes registradas del país; y que es una de las cinco primeras (y la única entre las politécnicas) españolas seleccionadas por el ranking de Shanghai de las 500 mejores del mundo- la Politécnica no era una universidad normal.

Los profesores, para empezar, no eran profesores, sino funcionarios de los ministerios de Agricultura, Obras Públicas, Industria, así como profesionales que, en general, no habían dado una clase en su vida.

Aquella cultura fundacional, se verá enseguida, marcó durante décadas la identidad política de la universidad. "Al comienzo era muy pequeña, tenía 2.000 alumnos, y más que una universidad parecía una academia de estudios, porque lo que hacía era básicamente impartir docencia. Formar profesionales", recuerda Juliá. No existía el doctorado y la investigación, que más tarde alcanzaría altas cotas con científicos como Eduardo Primo Yúfera, se encontraba en un estado embrionario.

En los setenta se eliminó el modelo semestral, se aproximó a los cánones universitarios del resto de España y fue incorporando carreras: Bellas Artes, ingenierías y arquitectura técnica... Aún así, cuando Saturnino de la Plaza alcanzó el rectorado, en 1978, en las primeras elecciones democráticas de la institución, tan solo contaba con 8.000 alumnos. La auténtica explosión llegaría entre finales de los ochenta y los noventa, con la creación de Informática, Telecomunicación, numerosos títulos técnicos y más tarde Administración y Dirección de Empresas, recuerda José María del Valle quien, con distintas denominaciones, lleva siendo jefe del servicio de Alumnado desde 1970.

El triunfo de De la Plaza con un discurso democratizador en plena transición pone en duda una de las creencias más arraigadas sobre la Politécnica: que siempre fue la universidad de derechas de Valencia. Algo de eso hay: su cuerpo de profesores se nutrió inicialmente de funcionarios del régimen; probablemente algunos de ellos se hallaban en la órbita del Opus Dei, y su primer modelo docente respondía a una disciplina casi cuartelaria. "Éramos muy serios porque había un proceso de selección muy duro, y éramos, si quieres, un poco elitistas", señala el ex rector Rico. Pero él mismo añade que a la Politécnica también llegó el viento del mayo francés, los alumnos interrumpieron clases, las paredes del campus se llenaron de pintadas y se vivió una sacudida política.

Y De la Plaza, que después de rector en Valencia fue secretario de Estado de Universidades, dirigió la Politécnica de Madrid, y presidió la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) cuando esta se plantó frente a la Ley Orgánica de Universidades (LOU) aprobada por Aznar, matiza: "La Politécnica de Valencia no ha estado nunca muy politizada. Cuando fui rector la dirección era muy profesionalizada, muy técnica. Es algo común a las politécnicas, quizá porque faltan ramas como Sociales y Humanidades". Lo que sí es verdad, señala, es que la mayoría de profesores "no tomaron partido por cuestiones políticas valencianas" como la lengua. Quizá, añade, porque muchos de ellos venían de fuera.

"Creo que más que conservadora", afirma Juliá, "la Politécnica, y voy a hacer autocrítica, ha estado quizá excesivamente preocupada ante todo por tener una imagen profesional. Y en ese sentido, a veces se ha descuidado que la universidad tiene compromisos con la sociedad que pasan por que en su discurso, sin tomar partido, como centro de conocimiento, opine".

Tras dos décadas de rectorado de Justo Nieto, sin grandes alardes, Juliá ha normalizado ciertos aspectos básicos (por ejemplo presidiendo la red que engloba a las universidades del ámbito lingüístico catalán) y ha tratado de desprenderse de esa etiqueta. Y no le guste la expresión, pero acepta que puede decirse que en los últimos cuatro años, la Politécnica y la Universitat, "se han centrado más". Lo cual no significa que hayan llegado al mismo punto.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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