Matices
Los tres partidos políticos con presencia en el nuevo Parlamento andaluz, cada uno con sus características y sus fuerzas, tienen por delante un trabajo de matices y renovación. Los gritos y las negaciones rotundas van a ser menos eficaces que la observación de la realidad. La labor parlamentaria pondrá un ojo en la tribuna, los despachos y los documentos, pero su otro ojo deberá mirar hacia la calle, ver lo que pasa en las ciudades, en los pueblos, en las preocupaciones de la gente. La política necesita una perpetua vigilancia sobre sus diálogos con las aspiraciones y las costumbres colectivas para no convertirse en papel amarillo y en humo con corbata. Los tres partidos están obligados a una tarea de renovación, de toma de conciencia de sus limitaciones y sus posibilidades.
Ni siquiera la victoria por mayoría absoluta del partido socialista permite la autocomplacencia. La pérdida de una parte de su abundante crédito electoral y el ascenso paulatino de la derecha invitan a la reflexión. Ante el apoyo de Javier Arenas a Mariano Rajoy, los seguidores de Esperanza Aguirre acusaron al Partido Popular de Andalucía de llevar 30 años en la oposición. Es un desprecio que simplifica mucho las cosas, porque la derecha ha conseguido consolidarse en el gobierno de ciudades como Málaga, Cádiz, Granada o Almería. La renovación de los socialistas no pasa por buscar sustituto a un presidente que ya ha pronunciado su sexto discurso de investidura, sino por plantearse las corrientes de voto en las próximas elecciones municipales y presentar candidatos que representen una oferta nueva. La mejor manera de preparar las futuras elecciones autonómicas es iniciar ahora un giro ciudadano en el terreno municipal.
El Partido Popular debe plantearse por qué le cuesta tanto trabajo aparecer en las provincias andaluzas como una alternativa razonable de gobierno. Modernizar la derecha significa aquí separarse para siempre de la imagen del señorito franquista, dueño del poder por derecho natural, y no plegarse a las consignas de una España centralista poco identificable con las transformaciones sociales de Andalucía. El PP debe tomarse en serio su modernización, su lugar en el pasado y en las instituciones, e ir un paso más allá del falso debate de dimes y diretes con el que estos días nos entretienen Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy. Los dos políticos se están haciendo un alto servicio al escenificar su desencuentro. Esperanza se vale de Mariano para presentarse como una alternativa de futuro (por si las próximas elecciones gallegas y europeas no salen bien), y Mariano se vale de Esperanza para protagonizar la renovación del PP, que es algo así como la renovación de él mismo, porque nadie más que él fue la cabeza visible de todo lo que la derecha española debe descartar. Hay debates que más que ofrecer matices y caminos nuevos sirven para cancelar la verdadera discusión.
Izquierda Unida necesita también mirar a la calle. Es todo un lujo conservar un grupo parlamentario fuerte en medio de la tormenta bipartidista, pero sería un error que la imagen política de la izquierda se quedara encerrada en el trabajo del grupo parlamentario para acompañar al PP en una encarnizada oposición a los socialistas. Conviene analizar muchos detalles y pensar el sentido de los votos que faltan. Defender que Izquierda Unida se mantiene en Andalucía porque aquí se han hecho las cosas bien, al contrario de lo que ocurre en Madrid, es no querer interpretar la realidad de un voto muy diverso y de una situación social compleja. Izquierda Unidad debe solucionar de una vez su situación interna, salir a la calle y ocupar su propio espacio entre la gente.
Serán estos ejercicios de matiz y de observación de la realidad los que permitan la aparición de caras nuevas para nuevos tiempos.
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