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Reportaje:

En busca de la verdad

Ana Díez viaja con 'Paisito' al drama de la dictadura uruguaya en los setenta

"En las dictaduras el tiempo se detiene, queda estancado, pero siempre retorna", sostiene la directora de cine navarra Ana Díez. Y lo hace a cuenta de su película Paisito, una historia de amor entre dos niños truncada por el golpe de Estado que sufrió Uruguay en 1973. Es una historia en la que la realizadora da voz "a los atrapados en medio del conflicto, a los que no se atreven a tomar partido"; una historia en la que esos niños, ya mayores, reaccionan de distinta forma ante el pasado. Ella mira hacia atrás en busca de la verdad; él prefiere echar la vista adelante y se resiste a revisar todo lo ocurrido.

Paisito cierra esta tarde el sexto Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián, que en su última jornada premiará al productor y guionista Elías Querejeta (Hernani, 1934) por su firme oposición al franquismo y, ya en democracia, a ETA. La película está protagonizada por Rosana, la hija de un alto cargo policial en Uruguay, y Xavi, hijo de un republicano navarro exiliado en aquel país. La dictadura les separa. Dos décadas después se reencuentran en Pamplona, donde Xavi ha sido fichado como futbolista por Osasuna.

El Festival de Cine y Derechos Humanos premia hoy a Elías Querejeta

Es ese reencuentro el que sirve en la película para viajar al pasado, para bucear en los recuerdos, las angustias y las contradicciones de los personajes. Díez no ha querido quedarse sólo en ese "lugar común" de los filmes sobre dictaduras, en los que se habla de torturadores y torturados, explicó ayer. Ha querido ir más allá. Habla de verdugos y víctimas, pero también se detiene en quienes "están en la tesitura de posicionarse, pero no lo quieren hacer porque no les convence ninguna de las dos posturas". Habla "de los de en medio" y de qué pasa con ellos. María Botto interpreta a la Rosana adulta, quien indaga en el pasado para tratar de encontrar la paz interior. Busca "verdad y justicia", subrayó Díez, haciendo suyas las palabras que el día anterior pronunció el poeta argentino Juan Gelman al recoger el Premio Cervantes.

"La memoria histórica no puede enterrarse en ningún país. Y además debe haber un reconocimiento de la justicia y un castigo penal", recalcó Botto, hija de un guerrillero que luchó contra la dictadura militar argentina y desapareció en 1977, cuando ella tenía cuatro años.

"Uno no puede seguir adelante si vive con fantasmas. Un país puede reconciliarse cuando todas las cartas están sobre la mesa, cuando uno puede enterrar a sus muertos y todos estamos en paz. Realmente en paz, no unos olvidando y enterrando su dolor como si no hubiera existido", apostilló.

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