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Reportaje:

Las dos vidas de Angelo

Familiares y amigos del parricida de Santomera atribuyen la desgracia a la falta de atención de las instituciones

Hasta hace 14 años, la personalidad de Angelo Carotenuto podía describirse con la prosaica etiqueta de "una persona normal". Fue entonces cuando le diagnosticaron su enfermedad: trastorno esquizoafectivo de tipo maníaco. A pesar de ello, sus amigos y familiares también usan esas tres palabras -una persona normal- para referirse a los momentos en los que Angelo, de 35 años, estaba bajo los efectos de la medicación que conseguía amortiguar su mal. Le gustaba leer, pintar, estar con los amigos, ver a su hija. Lo normal.

Cuando no se medicaba -algo que ocurría con demasiada frecuencia en los últimos años- Angelo se transformaba. Buscaba pelea con cualquier vecino de Santomera (Murcia), andaba enajenado por las calles con un pañuelo atado a la cabeza como si fuera un turbante y hablaba solo.

"Le gustaba mucho salir. Cuando bebía se transformaba", dice un conocido

La última transformación del joven fue el pasado lunes 14 de abril en el bar que tenía la familia. Sobre las nueve de la noche, Angelo mató a su madre, Teresa Macanás. Luego la decapitó y recorrió unos 250 metros por las calles del centro de Santomera con la cabeza en la mano hasta que fue detenido. Los detalles no importan demasiado. Serían interesantes para describir un asesinato pero absurdos para relatar una tragedia sin sentido, fruto de una enfermedad.

Los detalles que sí importan son los que narran el calvario de una familia que había solicitado en varias ocasiones el internamiento de Angelo en un psiquiátrico. Francisco Javier Chumillas, el cuñado del joven acudió el jueves pasado a la Cadena Ser para contar la cadena de fallos "sociosanitarios" con los que se habían topado. Con una carpeta bajo el brazo con el título Esta muerte se podría haber evitado. Volumen I, Francisco Javier aseguró que la familia movió cielo y tierra para internarle y que nadie les hizo caso. Recurrieron a los servicios sociales del Ayuntamiento, al Defensor del Pueblo, a la consejería de Política Social de la Comunidad de Murcia y a la televisión. Según la familia, nadie movió un dedo.

El resto de la historia tampoco ayuda a comprender lo que ha pasado. Los datos de la infancia de Angelo facilitados por sus amigos y conocidos insisten en esa imagen de "tío normal". Una compañera del colegio Narciso Yepes cuenta que era un poco revoltoso, no muy buen estudiante y que los sentaban juntos para ver si se le pegaba algo de ella. "Era gracioso. Me acuerdo de que se presentó al Consejo Escolar y salió elegido porque hizo una campaña muy fuerte, empapelando el colegio con carteles que decían 'Vota a Angelo".

Otro amigo, Álvaro Prior, comenta que era un chico bien parecido, que comenzó a trabajar con quince años como camarero en varios locales de Murcia. "Le gustaba salir mucho. Tomó contacto con el mundo de la noche. ¿Que si era drogadicto? Lo normal, fumaba algún porro que otro y alguna vez tomó coca, pero lo normal de la noche. Pero cuando bebía se transformaba, sobre todo si no se había tomado su medicación".

Eso, unido a su enfermedad sí ayuda a explicar lo ocurrido en Santomera el lunes pasado. En palabras de un vecino de la localidad. "Fue ese Angelo el que mató a Teresa".

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