"Mi oficio consiste en hacer público lo privado"
Cofundador de Albena Teatre, lleva 14 años paseando sus obras por los escenarios valencianos. Ahora triunfa en televisión como responsable de Autoindefinits, Maniàtics o Evolució, apuestas de ficción en valenciano de Canal 9. Carles Alberola (Alzira, 1964) lleva varias semanas encerrado en su casa preparando su próximo proyecto teatral. Sale de su reclusión para hablar con EL PAÍS. Y lo hace empalmando un cigarrillo negro tras otro y sorbiendo, poco a poco, una taza de café.
Pregunta. ¿El hombre de teatro vocacional es el que, de pequeño, imita a los profesores en el colegio?
Respuesta. Hay tantos motivos para dedicarse al teatro como personas. A mí me viene por el cine, por pasarme horas y horas en los cines saboreando el placer de que te cuenten historias. Después tuve suerte de encontrarme personas que, en un momento de tu vida, te abren los ojos sobre el hecho de que contar historias lleva detrás una estructura, un lenguaje y una intencionalidad. Al descubrir eso nació mi vocación de poder vivir otras vidas.
"Hay que saber lo que no puedes hacer y sólo hacer lo que puedes hacer"
"Con el tiempo se podrán hacer cosas en Canal 9 que ahora no se hacen"
P. ¿Y ese poder vivir otras vidas es insatisfacción consigo mismo o una forma refinada de esquizofrenia?
R. Es un poco de todo. Lo que nos toca vivir a cada uno es muy poco y mi trabajo me permite internarme en otros territorios, otros personajes, otras historias. Parto de referencias cercanas, cosas que he visto o me han contado. Mi oficio consiste en hacer público lo privado.
P. ¿Cuál es el momento de su vida en el que pensó "yo quiero ser como este"?
R. Hay muchos momentos. Por ejemplo, cuando disfrutaba con las películas de Billy Wilder y Joseph Mankiewicz y me preguntaba quién había escrito eso. Porque lo primero es quedar deslumbrado por Jack Lemmon o Tony Curtis, pero después te planteas que detrás de esas maravillosas actuaciones hay alguien que ha escrito el texto y alguien que lo ha dirigido. Esa gente era el modelo para mí, porque escribía, dirigía y, en el caso de Wilder, tenía una productora. En el teatro, recuerdo una de las primeras representaciones que fui a ver, que era La nit de Sant Joan, de Dagoll Dagom, y pensé "qué bien se lo pasa esta gente sobre un escenario".
P. ¿Nunca se ha planteado escribir para el cine?
R. Cuando tenía 18 años escribí el guión de lo que iba a ser mi primera película. Todavía no la he hecho. Ahora sí que estoy en un proyecto que parece que llegará al cine y que parte de un texto teatral titulado Això no és Nadal, sobre dos personas mayores en una residencia, donde sus hijos no van a verlos. Tengo ganas de contarla a la gente, porque es una historia que me gusta mucho.
P. ¿Se siente más actor o autor?
R. El trabajo del actor es muy complicado, pues te hace desnudarte de manera muy intensa y reiterada. Pero también porque hay que conocer las limitaciones propias. Yo siempre recomiendo trabajar desde la incapacidad, hay que saber lo que no puedes hacer y sólo hacer lo que puedes hacer de verdad. Cuando yo supe que, detrás de las producciones de la Goldwyn-Mayer, estaba Irving Thalberg se convirtió en mi modelo, el del productor ejecutivo que amaba sus proyectos, ya no como autor sino como alguien que los pone en marcha.
P. ¿Prefiere la inspiración solitaria o el trabajo colectivo?
R. Yo el placer lo encuentro tanto en estar imbuido en un proyecto de rodaje, con 40 o 50 personas, como cuando me encierro solo a escribir en mi casa.
P. 14 años después, ¿se han cumplido las expectativas que tenían cuando nació Albena?
R. Yo soy muy ambicioso pero también realista. Nosotros nacimos con la idea de crear una compañía de teatro estable. Pero yo pensaba que podíamos hacerlo todo, hasta conquistar Hollywood, si teníamos una buena historia que contar. Cuando te adentras en el territorio profesional te das cuenta de lo complicado que es y más si partes de una ciudad como Valencia. Si estuviéramos en Madrid o Barcelona, la velocidad a la que iríamos sería mayor, pero nuestra voluntad era trabajar desde aquí y lo estamos consiguiendo.
P. Tiene mucho mérito triunfar desde Valencia...
R. Nos está pasando un caso muy curioso que es que en las producciones televisivas hemos ido incorporando actores, unos 50, y hay gente que nos pregunta dónde estaba esa gente. Y estaban en los escenarios, con 20 años de trayectoria profesional.
P. ¿Su aventura televisiva la empezaron porque tenían la sensación de haber tocado techo en el teatro?
R. No exactamente. A nosotros nos ha costado diez años tener un nombre en el mundo del teatro, en vez de cinco que habría sido lo normal en otros sitios, y habíamos presentado algún proyecto televisivo que nunca llegó a cuajar. Pero nuestro intento serio sí que tuvo que ver con el hecho de tomar nuevos caminos, porque si en una noche te ven 200.000 espectadores eso, bien reconducido, lo puedes aprovechar para el teatro.
P. ¿Por qué su humor en la tele es más blanco que en el teatro? ¿Por autocensura?
R. No, sabes que hay determinadas cosas que no puedes contar. Pero yo tengo la esperanza de que, con el tiempo, habrá una serie de cosas que se podrán hacer en Canal 9 y que ahora no se hacen. Será un signo de madurez por parte de los políticos, no solo los de ahora sino también los que hemos tenido, pues creo que hay un cierto provincianismo en ellos que les lleva a desconfiar de los ciudadanos, de lo que pueden ver, de lo que pueden escuchar. Tienen miedo a la respuesta de los ciudadanos.
P. ¿La televisión valenciana será creíble cuando existan programas como Polònia?
R. Será un síntoma. Pero también cuando se pueda hablar de muchas otras cosas y se deje en las manos del espectador la interpretación de lo que ve, no marcarle al dedillo lo que tiene que escuchar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.