Quique y el Niño
Primero fue El Rincón del Arte Nuevo. Luego llegarían la Galileo o Aqualung. Ahora el Palacio; mañana, el destino proveerá. Quique va a más y parece que no hay quien lo pare. Por eso mismo anoche sintió, acaso por vez primera, las mariposas del vértigo en toda su intensidad. Jugaba en casa con todo el papel vendido y estrenaba un muy buen disco (Avería y redención #7) frente a una parroquia que le adora y jalea a gritos de "artista", "guapo" o "¡ese Quique!". Y en ésas nuestro chico sensible del barrio, el más insigne preceptor de la bohemia madrileña, se mostró ensimismado, dubitativo, parco en palabras, y hasta tuvo que pasar por el mal trago de presentar a Diego Vasallo como "uno de los más grandes letristas en castellano" y olvidar a renglón seguido los versos de La vida te lleva por caminos raros.
Quique González
Quique González (voz, guitarras, piano) y La Aristocracia del Barrio: Javi Pedreira (guitarras), Jacob Reguilón (bajo), Karlos Arancegi (batería). Palacio de Congresos. Madrid, 18 de abril. Lleno.
González abundó en sus crónicas de corazones desvencijados, mujeres sinuosas, garitos peligrosos y carreteras que se adentran en ninguna parte, una imaginería que domina y de la que a veces abusa. En realidad, no acabó de remontar el vuelo hasta que encandenó Hay partida y La cajita de música, quizás la más emocionante de sus interpretaciones, con la voz agrietándosele como a Neil Young en los tiempos de Tonight's the night.
A esas alturas ya era evidente que el gran protagonista de la noche habitaba la parte izquierda del escenario. La Aristocracia del Barrio es una banda muy robusta, pero lo de su guitarrista escapa a los parámetros habituales de medición. Tan elegante y exquisito como su flequillo y americana negra, el Niño Pedreira protagonizó tres o cuatro solos de escándalo y acabó el concierto arrodillado ante los pedales de efectos como si fuera Jonny Greenwood.
Absorto en su repertorio más introspectivo, como la estupenda Permiso para aterrizar, Quique no logró despegar a sus fieles del asiento hasta Miss camiseta mojada. Luego llegaría el momento morboso de la noche, cuando su antigua compañera Rebeca Jiménez le arropó en De haberlo sabido. A eso lo llaman tensión.
Quique siguió a lo suyo, tierno y atormentado pero con un déficit evidente en el capítulo de la complicidad. Omitió alguno de los clásicos que más se esperaban en la platea para hacer hueco a un tema inédito en el que habla de "tus piernas ardiendo en el salpicadero". Coches y chicas, una vez más. Menos mal que el Niño salvó los trastos. Un fiera, el chaval.
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