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Sexta investidura de Manuel Chaves
Columna
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Sucesión en el liderazgo

Aunque los menos jóvenes, por decirlo de manera suave, todavía seguimos calculando los precios en pesetas, todos nos hemos acostumbrado a la presencia del euro y se nos ha olvidado que en el antiguo régimen, esto es, desde 1945, las devaluaciones de nuestra moneda no eran infrecuentes. Bueno, la nuestra y la de muchos otros países europeos, ya que, con la excepción del franco suizo y del marco alemán, que únicamente experimentaron revalorizaciones durante todos esos años, todas las demás sufrieron mermas en su cotización. En mayor o menor intensidad y con mayor o menor frecuencia, pero todas. Entre ellas, la peseta de manera muy destacada.

La regla de oro en la práctica de las devaluaciones consistía en que la devaluación se hacía, pero no se decía jamás, ni se insinuaba siquiera, que se iba a hacer. Se solía aprovechar el momento en que los mercados estuvieran cerrados para tomar la decisión, a fin de evitar, en la medida posible, la especulación contra la moneda. Afortunadamente para nosotros todo eso es historia.

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Esa regla que se seguía en la devaluación de la moneda pienso que es de utilidad también para resolver el problema de la sucesión en la dirección política de los partidos o de los gobiernos en todas sus posibles manifestaciones territoriales. Las sucesiones de los líderes hay que hacerlas, pero no hay que decir que se van a hacer.

Pero hay que hacerlas. Y hay que prepararlas. Es posible que, aunque se preparen y aunque se preparen bien, la operación salga mal, porque es un asunto muy delicado, en el que intervienen tantas variables, endógenas y exógenas, que no hay receta que garantice el éxito. Pero lo que es seguro, es que, si no se preparan, y si la decisión no se toma en el momento oportuno, salen mal.

La evidencia empírica de que disponemos indica que la operación sucesoria en la dirección estatal de un partido o en la presidencia del Gobierno no es fácil que salga bien. La sustitución de Adolfo Suárez por Leopoldo Calvo Sotelo en la presidencia del Gobierno y por Landelino Lavilla en la presidencia de UCD acabó como el rosario de la aurora. La de Felipe González por Joaquín Almunia acabó muy mal y la de José María Aznar por Mariano Rajoy tampoco ha empezado bien, aunque parece que todavía le queda recorrido. Pero, de entrada, ninguna ha salido bien hasta la fecha.

En el nivel autonómico, por el contrario, la evidencia de que disponemos indica que la operación se puede preparar y llevar a cabo con éxito. Francisco Camps sustituyó a Eduardo Zaplana sin que el PP se haya resentido en lo más mínimo en la Comunidad Valenciana y las sustituciones de José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra en Castilla la Mancha y Extremadura respectivamente también se ha producido sin coste electoral para el PSOE. También en algunos ayuntamientos, como en el de Barcelona se han ido produciendo operaciones de sustitución del Alcalde, Narcís Serra por Pasqual Maragall, éste por Joan Clos, sin coste electoral.

No se puede saber a priori cuando la operación puede salir bien, pero si podemos saber cuando va a salir mal. La operación hay que prepararla y hacerla antes de que resulte visible que se tiene que hacer y empiece a removerse el patio. A partir de ese momento se pierde el control de la situación o, en el caso de que no se pierda por completo, se corre el riesgo de tener que hacer frente a dirigentes que se han considerado preteridos cuando no desairados.

Especuladores hay en el mundo de la política exactamente igual que los hay en el mundo de la economía. Cuanto menos espacio se les deje, mejor, porque una operación especuladora se sabe como empieza, pero nunca como acaba.

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