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Tópicos sobre el 'proceso de Bolonia'

Asistimos a muestras de oposición estudiantil al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), más conocido como proceso de Bolonia. Probablemente no se ha explicado suficientemente el por qué, el qué y el cómo de este proceso y ello ha contribuido a la difusión de un conjunto de tópicos donde lo que podría ser sustancial y lo anecdótico, lo que podría ser real y las leyendas urbanas, se mezclan. Analicemos cinco de estos tópicos y contrastémoslos con la realidad.

- 1. Mercantilización: los títulos se adaptan exclusivamente a la demanda laboral, a las necesidades de las empresas. El EEES pretende que los aprendizajes universitarios se ajusten a las necesidades sociales, tanto profesionales como culturales, lo que provoca que el sistema universitario sea más consciente de que debe ofrecer una formación útil para el ejercicio profesional. Sin embargo, las universidades son conscientes de que la enseñanza superior es también un servicio público y tiene una función social. Los títulos no se diseñan sólo en función de las necesidades de las empresas (aunque se tienen en cuenta). Basta con analizar los masters que ya están en funcionamiento o las propuestas de grado que se están elaborando para comprobarlo.

'Bolonia' es una oportunidad para acometer los cambios que la Universidad necesita plantearse

- 2. Se van a eliminar los títulos no orientados al mercado. Se habla de la supresión de títulos, fundamentalmente aquellos menos relacionados con el mercado de trabajo, como las filologías o las humanidades. Lo cierto es que no puede defenderse seriamente que las ocho universidades públicas catalanas ofrezcan un mismo título en el cual se matriculan muy pocos estudiantes. Bolonia aparte, la redistribución, la oferta de títulos conjuntos y una mayor especialización de las universidades es imprescindible, como lo es ofrecer carreras con primeros cursos más transversales que se vayan especializando en los cursos siguientes. Las propuestas de títulos de grado de la Universidad de Barcelona (UB), o de las universidades catalanas en general, muestran el mantenimiento de todo tipo de títulos (incluidos los de humanidades). La no duplicidad de costosas infraestructuras para una muy escasa demanda es algo muy distinto a la eliminación de títulos en función del "mercado".

- 3. Los masters son muy caros y es casi imprescindible cursarlos. Se dice que la sustitución de diplomaturas y licenciaturas por los nuevos grados hará que la especialización de posgrado resulte imprescindible, y que matricularse en másters es muy caro. Los nuevos grados habilitarán para el ejercicio profesional; si se requiere proseguir la formación es porque la formación a lo largo de la vida se ha convertido en una necesidad -independientemente del proceso de Bolonia-, pero el precio de los masters universitarios en marcha desde hace dos cursos no tiene nada que ver con las cifras que se manejan. Rondan de media los 1.500-1.800 euros por año (150 euros al mes). Son cifras reales. A alguien le puede parecer caro, pero hay que recordar que el estudiantado sigue satisfaciendo una parte muy pequeña de los costes reales (que pagamos entre todos) y que existe un sistema de becas que tiene que irse ampliando. Esto tampoco es nuevo, ya estaba presente antes de Bolonia.

- 4. Adiós al espíritu crítico en la Universidad. Una de las competencias que incluyen los nuevos planes de estudio en fase de diseño es, precisamente, la capacidad de analizar críticamente la sociedad, junto con la capacidad de aprendizaje y responsabilidad, y la capacidad creativa y emprendedora.

No son sólo palabras, sino objetivos que el graduado tendrá que acreditar. La inclusión de estas competencias transversales servirá para reafirmar el papel de la Universidad en el fomento del pensamiento crítico, la cultura de la libertad, el pluralismo y los valores cívicos y sociales propios de una sociedad democrática.

- 5. Elitización: no se podrá combinar estudio y trabajo. Se dice que el estudiantado tendrá que dedicarse a tiempo completo a la Universidad, por lo que quedarán excluidos los que tienen que trabajar. El proceso de convergencia europeo ha centrado la atención en el aprendizaje del alumnado. Que el estudiante aprenda y aprenda bien requiere tiempo, implicación y esfuerzo por su parte, y asimismo, el apoyo constante del profesorado. Cualquier otro planteamiento falsearía la realidad. ¿Cómo compaginar esta constatación con la función social de la Universidad? Exigiendo (de nuevo) un buen sistema de becas y posibilitando que los estudios se puedan seguir con ritmos distintos. Lo que no puede hacerse es pedirle a la Universidad que no garantice los medios imprescindibles para que se aprenda bien, pues estaría incumpliendo su función y su responsabilidad social.

Bolonia obliga a mucho menos de lo que suele atribuírsele, pero es una oportunidad para acometer los cambios que la Universidad necesita plantearse, con o sin Bolonia.

Artur Parcerisa es vicerrector de Política Docente de la UB.

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