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Reportaje:

Enigmas ocultos bajo tierra

2.100 niños participan en una gincana organizada por Metro en la línea 3

"¿Le puedo preguntar? Seguro que él lo sabe, está leyendo un periódico en chino". Carlos, de 10 años y cara de pillo, se acerca a un joven con rasgos orientales sentado en el vagón del metro entre las estaciones de Embajadores y Lavapiés. "Perdone, ¿sabe lo que significa esto?", le suelta mientras señala una palabreja tipo "yiu siu". El joven se encoge de hombros. No le suena. El atajo no sirve y Carlos tiene que esperar junto al resto de sus amigos para solucionar su quinta prueba en la próxima estación.

Como Carlos, alrededor de 2.100 niños de entre seis y 12 años tomaron ayer la línea 3 de Metro, llenándola de gorras amarillas, para protagonizar su particular versión de las 12 pruebas de Astérix, que en este caso contaba nada menos que con 18 pequeños desafíos: uno por cada estación de metro desde Villaverde Alto hasta Moncloa. Cada prueba era una pregunta relacionada con el metro, su historia, las normas de conducta o los nombres de las estaciones y sus elementos característicos.

Los niños tuvieron que superar 18 pruebas, una por cada estación

Acompañados por, al menos, un adulto y cargados con una especie de libreto de pruebas y una pequeña mochila para guardar los premios que les esperaban a lo largo del camino, los pequeños debían ir solucionando uno a uno los enigmas propuestos. Sólo después de eso obtenían el sello que les permitía seguir adelante y optar a los regalos, y que se ponía en las casetas montadas para la prueba en cada estación.

"Son muy fáciles, yo he acertado todas por el momento", señala orgulloso Dani, de 12 años, apenas minutos antes de canjear sus primeros seis aciertos por un llavero. "Menos es nada", parece pensar mientras se lo guarda. Forma parte de un grupo de 10 pequeños acompañados de cuatro monitores del grupo de scouts de Rivas Vaciamadrid, que desde las diez de la mañana llevan enfrentándose a las incógnitas planteadas en las diferentes estaciones.

Si el metro es habitualmente una mezcolanza de caras serias, miradas perdidas y conversaciones en voz baja, vagones y pasillos se llenaron durante todo el día de carreras, gritos y excitación. Las que aportaron unos viajeros poco habituales como los niños, algunos de los cuales vivieron una de sus primeras experiencias en el metro.

"Como ellos no tienen que cogerlo todas las mañanas para ir a trabajar y para volver a casa, pues aún lo ven con gracia", explica Laura, que acompaña a su hija Vanessa. La niña, de ocho años, está petrificada delante de uno de los animadores de la gincana. Tiene que leer el cartel que hay colgado en una de las columnas de la estación, pero ese señor vestido de amarillo y con antifaz no la deja ver. Se vuelve hacia su madre en busca de apoyo y al cabo se vuelve. "Te puedes quitar, que no veo", le dice malhumorada. El animador, que está ahí precisamente para dificultar la prueba a los niños, se parte de risa.

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