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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Italia se repite

Un país políticamente enfermo vota con el sombrío panorama del retorno de Berlusconi

Enferma de una grave enfermedad, Italia vota este fin de semana después de la disolución anticipada de la legislatura tras la dimisión de la frágil coalición de Romano Prodi. Cualesquiera que sean, los resultados confirmarán la inestabilidad política propiciada por una endiablada ley electoral que todos los partidos parecen ahora dispuestos a reformar.

Con o sin un nuevo sistema electoral, van a continuar problemas como el declive económico, la falta de credibilidad de los políticos y la fractura entre los partidos y la sociedad. Cada vez más frustrados, los italianos están a punto de revalidar un panorama muy poco estimulante. Con la diferencia de que si, como predicen las encuestas, gana Berlusconi y su coalición de centro derecha Pueblo de la Libertad (PDL), la situación aún puede empeorar, al unirse el cinismo consentido a la irritación.

Que Il Cavaliere llegue por tercera vez a la jefatura de Gobierno consituye una anomalía de muy difícil parangón en el resto de Europa. Berlusconi, que ha cumplido 71 años y aspira a suceder a Giorgio Napolitano en la presidencia de la República, sigue siendo el mismo político histrión, con los mismos conflictos de interés derivados de su emporio empresarial y con los mismos manejos contra la judicatura y prejuicios contra la izquierda, a la que continúa viendo como un bloque controlado por los comunistas radicales.

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¿Por qué entonces una figura tan desprestigiada tiene muchas posibilidades de regresar a Palazzo Chigi? De entrada, parte de la irresistible ascensión del líder del PDL se debe a la irresponsalidad de los grupos que integraron el anterior Gobierno de centro izquierda, que se entorpecieron entre sí a la hora de sacar adelante su programa.

Es verdad que el Ejecutivo de Prodi nació muy débil con su pírrica mayoría en el Senado. Vendió pésimamente las escasas acciones que logró realizar, pero es justo reconocerle el mérito de iniciar el saneamiento de las finanzas públicas. Claro que eso lo hizo a base de una impopular subida de impuestos. Ahora, su sustituto como candidato del centro izquierda, Walter Veltroni, líder del nuevo Partido Democrático, habla, al igual que Berlusconi, de bajar la presión fiscal. En realidad la diferencia entre ambos es menos de programa que de ética política. Y en Italia la curación requiere primero acabar con la excepcionalidad Berluconi.

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