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Columna
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Peso sorprendente

La composición y el funcionamiento interno de los partidos políticos es un elemento de capital importancia para valorar la calidad del sistema político. En los momentos de renovación del liderazgo interno esa importancia se hace mucho más visible. Los partidos políticos son los agentes principales de la competición política y, en consecuencia, su funcionamiento interno y las vicisitudes por las que pasa la solución a sus problemas de liderazgo, no nos pueden ser indiferentes. Los problemas internos de los partidos no son propiamente internos, sino que tienen una dimensión política general que va más allá de su filas.

Todos los partidos pasan y no pueden dejar de pasar periódicamente por momentos de crisis de liderazgo. Es algo constitutivo para este tipo de asociaciones. La breve historia de la democracia española lo confirma . UCD no fue capaz de resolver la crisis del liderazgo de Adolfo Suárez y desapareció como partido. El PNV se escindió por el enfrentamiento entre Xavier Arzallus y Carlos Garaicoechea y de ahí nació Eusko Alkartasuna. El enfrentamiento entre Jordi Pujol y Miquel Roca, que se saldó con la jubilación anticipada de éste, está en el origen del declive de CiU. El prolongado enfrentamiento entre Felipe González y Alfonso Guerra acompañó a la pérdida de la hegemonía socialista y al simultáneo ascenso del PP, tras la designación por Manuel Fraga de José María Aznar como presidente del partido. Las crisis de liderazgo en el PCE-PSUC primero e IU después han sido casi constantes, por no decir nada de las del PA.

Pasar por crisis de liderazgo es ley de vida para los partidos. Afortunadamente les pasa a todos y afortunadamente no les pasa a todos simultáneamente. Cuando esto ocurre, nos encontramos ante una crisis del sistema, como la que lleva viviendo Italia desde hace varios lustros o como la que se produjo en Venezuela en la última década del siglo pasado, que está en el origen de la llegada de Chaves al poder.

En este momento hay varios partidos en España que están pasando por una crisis de este tipo. Prácticamente todos los nacionalistas. Pero, sin duda, la que más interés despierta es la crisis en el interior del PP. Crisis que tiene tanto más interés por el hecho de que formalmente no existe. Mariano Rajoy es presidente del PP, acaba de tener un buen resultado electoral, aunque no haya ganado y no parece que esté madura todavía una alternativa para sustituirlo.

Pero materialmente la crisis existe y de ahí que todo el mundo esté haciendo cálculos sobre el número de delegados y su distribución geográfica en el próximo congreso de junio, en el que se debe elegir al presidente, que se supone será también el candidato a la presidencia del Gobierno en 2012.

No sé a ustedes, pero a mí me ha llamado poderosamente la atención el peso de la delegación de Andalucía en ese próximo Congreso. El peso del PP de Andalucía en el interior del PP es similar, si no superior, al que tiene el PSOE de Andalucía en el interior del PSOE. Y si el de este último se explica por sí mismo, el del primero no resulta tan evidente.

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Andalucía es una especie de agujero negro para el PP. Si exceptuamos Cataluña y País Vasco donde el nacionalismo ocupa en espacio del centro derecha y, en consecuencia, la posibilidad de crecimiento del PP está muy limitada, no hay ningún otro territorio donde el PP esté en una posición similar a aquella en la que se encuentra en Andalucía. No se acaba de entender como una delegación regional que contribuye tan poco al éxito del partido tiene tanto peso en el interior del mismo. Pero así es. Otra responsabilidad más para Javier Arenas, al que deseo mucha suerte.

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