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Reportaje:

La Almudena y el palacio levitan

Pilotes con sensores forran un muro de contención gigante excavado bajo la catedral para albergar el futuro Museo de Colecciones Reales

Madrid afronta en su más íntimo y arcano enclave una operación a corazón abierto: la excavación de los cimientos para construir el Museo de Colecciones Reales, ideado por los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Mansilla bajo la explanada que comparten el Palacio Real y la catedral de la Almudena. Ahí nació Magerit, en la Alta Edad Media.

Los bisturíes empleados en esta colosal cirugía son enormes máquinas excavadoras cuyos cirujanos, hoy cinco decenas de trabajadores y técnicos, operan, sin embargo, con extremo cuidado: en cualquier momento puede surgir el hallazgo de un valioso vestigio arqueológico.

La tierra extraída cabe en una casa de cinco plantas y 100 metros de fachada

En su faenar, han culminado ya un vaciado de las entrañas de la primigenia almendra madrileña equivalente a la cantidad de tierra que cabe en un edificio de cinco plantas, con una fachada de 120 metros y una profundidad de entre 25 y 35 metros, aproximadamente. La brecha abierta bajo el templo y el palacio es tanta que pareciera que la catedral y el Palacio Real flotaran suspendidos en el aire.

Estas obras comenzaron a finales de 2006. Prevén dos fases; la primera, de excavación y contención; la siguiente, de construcción del museo. "Ya han cruzado el ecuador de la primera etapa", explica Juan Hernández Ferrero, arquitecto de Patrimonio Nacional, organismo estatal titular del futuro museo.

La principal tarea acometida hasta ahora ha consistido en levantar un muro de contención gigante. Es una pantalla sujeta por algo más de 150 pilotes de tamaño variable; los de mayor altura, de hasta 40 metros, ocultan un tercio de su tamaño hincado en el suelo; su diámetro alcanza hasta un metro y medio. Los pilotes, que se distinguen por sus troncos grisáceos desde grandes distancias a Poniente de la ciudad, presentan la particularidad de que muchos de ellos son secantes de pilotes contiguos; sus perímetros se funden y refuerzan así su resistencia contra los empujes de las grandes masas de tierras y cimientos monumentales que habrán de soportar.

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Junto con las varas metálicas que arman su hormigón, ha sido introducido un sistema especial de tubos: por ellos se deslizan sensores capaces de detectar cualquier agujero -las tan temidas y peligrosas coqueras- en el cemento que estructura cada fuste. "Creo que sólo en uno de los casi 160 pilotes ya hormigonados hay indicios de coqueras", dice Hernández Ferrero.

Por otra parte, para vigilar el impacto de las obras sobre la catedral de la Almudena y el Palacio Real -con miles de visitantes a diario- se han instalado decenas de inclinómetros. Estos aparatos registran la más mínima oscilación, medida en micras, en el basamento palaciego y catedralicio. El muro con la hornacina de la Virgen de la Almudena, situado frente a la muralla de Mohamed I y la Cuesta de la Vega, ha sido demolido y la imagen de piedra caliza, trasladada a la puerta sur del templo. Técnicos de la constructora FCC dicen que, al acabar las obras, hornacina y talla volverán a su enclave inicial.

"Tras una modificación del Plan General de Ordenación Urbana, unos 40 grandes árboles que tapizaban la contigua zona del Campo del Moro han sido talados para acometer las obras", señala Juan Hernández Ferrero. "Eran de ejemplares plantados tras la Guerra Civil (1936-1939) no antes", precisa. Por cierto, dos proyectiles de cañón, del calibre conocido como del quince y medio, han sido hallados durante la excavación, el último hace una semana y el anterior, siete meses atrás. "No es de extrañar, pues el Palacio Real estuvo en primera línea del frente", añade. "Incluso en el Campo del Moro fueron instaladas algunas baterías por el ejército del general republicano Miaja", asegura.

El museo contará en su ático con la entrada, un foyer o vestíbulo, cafetería, salón de actos y biblioteca. A partir de allí los visitantes podrán adentrarse e ir descendiendo a sus salas -de unos 100 metros de longitud por 16 de anchura- por escaleras o rampas. Desde ellas será posible ver ruinas arqueológicas descubiertas durante una anterior excavación, sobre todo, muros de edificios preexistentes: abundan los del siglo XVIII, pero los hubo desde el siglo X.

En la sala de la planta próxima al suelo de la explanada, la más alta del futuro museo, podrá exhibir entre 70 y 80 tapices de la suntuosa colección de hasta 2.800 que el Palacio Real atesora. Si un tapiz permanece colgado un tiempo determinado, los especialistas en textiles recomiendan el triple de tiempo de descanso; ello activará la rotación continua de estos grandes paños tejidos. Las paredes para exponer objetos de arte tendrán unos seis metros de altura hábil.

La segunda planta, en descenso, será de pintura y escultura, con una capacidad expositiva de unas 120 piezas. El tercer piso hacia abajo incluirá los carruajes de la colección del Palacio Real -quizás el repertorio más completo en el mundo, según los expertos-; las proporciones de esta sala permitirán desplegar un cortejo de vehículos en secuencia histórica, para apreciar la evolución de tales coches suntuarios. Dos plantas más alojarán talleres y almacenes. Bajo la cota del suelo del Campo del Moro se construirá un estacionamiento para 60 automóviles.

Al culminar las descomunales obras del museo, en unos seis años, la superficie construida frisará 39.000 metros cuadrados, 7.000 para exposiciones.

Frente en el que se excava el talud, bajo la catedral de la Almudena, y se reviste con un muro de contención provisto de pilotaje.
Frente en el que se excava el talud, bajo la catedral de la Almudena, y se reviste con un muro de contención provisto de pilotaje.PAULA VILLAR

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