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Reportaje:Moda

Bruselas toma ventaja

Veinte años después de la radical creatividad de los 'seis de Amberes' surge una nueva generación de la moda belga

Algo está sucediendo en Bélgica. Tanto, que más de uno hace memoria y recuerda los viejos buenos tiempos. Cuando hace dos décadas, el país se situó en el mapa de la moda mundial. El grupo bautizado como los seis de Amberes rompía así la hegemonía de las grandes capitales de la moda con un empuje creativo similar al de los modistos japoneses de los ochenta.

Olivier Strelli, pionero de la moda belga, servía ayer en Madrid de testimonio vivo de aquel extraordinario florecimiento -que catapultó a Dries van Noten, Dirk Bikkembergs o Ann Demeulemeester- al tiempo que hablaba del futuro de la moda belga. Como ya es costumbre en sus incursiones internacionales, llegó acompañado por una emergente: la diseñadora Sandrina Fasoli, mitad creativa de la firma homónima completada por el también diseñador Michael Marson. Juntos se hicieron el año pasado con los 300.000 euros del primer premio Mango Fashion Award, y hoy muestran con regularidad en París sus ensoñadoras colecciones. Igual que Cathy Pill, su compañera de clase en La Cambre de Bruselas, que colecciona premios desde antes de acabar la carrera y ha sido alabada por la mismísima Suzy Menkes.

"El éxito reside en una apuesta por la individualidad", dice Olivier Strelli

La voluntad de Pill por asentar su propia firma, caracterizada por la experimentación digital en los estampados, le ha llevado tan lejos que ya ha rechazado Diane von Fürstenberg. He aquí algunos de los nombres más rutilantes de Modo Bruxellae, asociación que cuenta entre sus filas con Sofie D'Hoore, Isabelle Lenfant, Eric Beauduin o el atrevido y colorista tándem formado por la diseñadora Valéria Siniouchkina y el grafista Philippe Koeune, más conocidos como Girls From OMSK.

Curioso, muchas mujeres creadoras en un mundo, el de la moda, paradójicamente dominado por hombres. "Es difícil referirnos a lo que está pasando en Bruselas como una escena. Si lo hiciéramos, la clave para definir su éxito sería la búsqueda de la identidad propia. Mientras en Londres o París muchos creadores parecen seguir las corrientes marcadas por unos pocos, en Bélgica en los últimos años ha habido un empuje de la individualidad", reflexiona Strelli.

La responsable de esta explosión demográfica de talentos es La Cambre, la escuela de artes de Bruselas, de donde salieron también lumbreras como Oliver Theyskens o José Enrique Oña Selfa, que está tomando ventaja a la Royal Academy de Amberes. El desembarco de la moda belga en Madrid se completó con el encuentro ayer entre su directora Caroline Mierop, y su homóloga en el IED, Isabel Berz, quienes plantearon un posible intercambio de alumnos para el futuro inmediato. Entre las materias obligatorias de La Cambre, según explicó Mierop, se encuentran la búsqueda de patrocinio para el desfile de fin de curso por parte del propio alumno o la estancia de un año en el extranjero dentro del equipo creativo de firmas establecidas. "Puede que suene exigente, pero consideramos que son fórmulas importantes para aprender a vivir de esta profesión. Y cuanto antes las pongan en práctica, mejor". La prueba de su control de calidad es que el primer curso lo empiezan unos 25 alumnos y se va produciendo una criba. Hasta el extremo de que este año sólo tienen a tres estudiantes en el quinto curso. Una selección natural de talento que promete seguir alumbrando referencias indispensables.

Después de todo, ya lo hizo en el pasado. Muchas grandes firmas cuentan hoy con la dirección creativa de diseñadores del país plano, que diría Jacques Brel: Olivier Theyskens, para Nina Ricci; Kris van Assche, para Dior Homme; Raf Simons, para Jil Sander; Jean-Paul Knott, para Cerrutti; Bruno Pieters, para Hugo Boss. Nombres que ya pueden aplicarse porque las nuevas generaciones piden paso.

Un estampado de Cathy Pill y una modelo de Girls From OMSK
Un estampado de Cathy Pill y una modelo de Girls From OMSK

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