El rey Midas del disco clásico
Reediciones conmemorativas de conciertos y óperas en DVD de Karajan copan el mercado. Su monumental legado discográfico permite reconstruir paso a paso la biografía del músico
Entre la imagen del joven e impulsivo director que, sin demasiados escrúpulos, escalaba puestos durante el régimen nazi y la del anciano que en sus últimos años tuvo que usar un podio ortopédico para dirigir, con las piernas sobre un caballete y su lesionada espalda recostada en una barandilla, se puede reconstruir paso a paso la biografía de Herbert von Karajan a través de su monumental legado discográfico. Utilizó como nadie los resortes de la industria del disco para afianzar su imperio, y fue un ególatra tan enamorado de su propia imagen que en sus conciertos filmados la estrella de la pantalla era él, dirigiendo con los ojos cerrados y el gesto autoritario de quien se sabía dueño y señor del planeta musical. Cierto, su ambición no conocía límites y necesitaba controlarlo todo, hasta la ubicación de las cámaras, la posición de los micrófonos o la dirección teatral de un montaje operístico. Pero se equivocan quienes le niegan el pan y la sal y no reconocen el talento interpretativo de un director que convirtió la Filarmónica de Berlín en la más perfecta máquina de hacer música del mundo e hizo avanzar las técnicas de grabación como pionero y apasionado defensor del sonido digital.
Herbert von Karajan fue un auténtico rey Midas del disco clásico. Lo saben bien las multinacionales con las que trabajó durante más de seis décadas de carrera: Emi, Decca y, de forma continuada, Deutsche Grammophon, donde hizo más de trescientas grabaciones y, cual Cid Campeador, siguió ganando batallas después de muerto con los millonarios Adagio Karajan. Ahora, con motivo del centenario de su nacimiento, vuelve a reinar en los escaparates con un aluvión de reediciones y la aparición de algunos memorables conciertos y producciones operísticas editados por primera vez en DVD.
Apenas hay material inédito, su fondo de catálogo ha sido explotado hasta la saciedad, y, de forma periódica, diversas colecciones y ediciones especiales han reeditado sus mejores grabaciones con las orquestas que marcaron su trayectoria: la Philharmonia de Londres en los años cincuenta, con el apoyo del productor Walter Legge; la Filarmónica de Berlín, a la que llegó en 1954 tras la muerte de Wilhelm Furtwängler -el legendario director odió a Karajan hasta el punto de llamarlo "K" para evitar pronunciar su nombre- y con la que mantuvo sonados enfrentamientos, y la Filarmónica de Viena, que siempre le fue fiel.
El sello amarillo concentra los lanzamientos de conciertos y ópera en DVD y diversifica las ediciones conmemorativas. Hay varios recopilatorios, como el disco-libro The music, the legend, que incluye dos inéditos, una Rapsodia húngara de Liszt y el Concierto para dos violines de Bach, con Christian Ferras y Michel Schwalbé, y la célebre Quinta de Beethoven; el álbum Karajan Gold, con lo más trillado del repertorio, y una selección con piezas favoritas seleccionadas por su viuda, Eliette von Karajan.
Las novedades más suculentas en DVD se corresponden con obras de tres compositores con los que siempre consiguió memorables triunfos: las cuatro sinfonías y el Réquiem alemán de Brahms, y las tres últimas sinfonías de Chaikovski, siempre con la Filarmónica de Berlín, filmadas en la década de los setenta bajo la supervisión artística del propio director. En este repertorio, al igual que en los poemas sinfónicos y las óperas de Richard Strauss, deslumbra la suntuosidad, el refinamiento y el virtuosismo orquestal, méritos que reconocen hasta sus más furibundos detractores.
Aparecen por primera vez dos montajes de la Scala de Milán de dos emblemáticas óperas veristas, Cavalleria rusticana, de Mascagni, con puesta en escena de Giorgio Strehler, e I pagliacci, de Leoncavallo, en un montaje de Paul Hager. El lanzamiento incluye una sofisticada producción de estudio de 1978 de El oro del Rin, de Wagner, basado en su histórica producción salzburguesa; la colosal Misa solemnis de Beethoven, grabada en Salzburgo en 1979; las dos últimas sinfonías de Bruckner y su Te Deum, con la Filarmónica de Viena, grabados en directo en 1974 en la Musikverein, y el documental Impresiones sobre Karajan, un retrato personal y artístico acompañado por un disco con famosas obras orquestales entre las que destaca el Concierto número 2 de Rachmaninov con el pianista Alexis Weissemberg.
Lo que no tiene desperdicio -por la calidad de las versiones, el reprocesado técnico y su precio económico- es una colección de 10 discos, disponibles también por separado, con grabaciones de referencia: Vida de héroe, de Strauss; Segunda y Tercera de Brahms; festival Chaikovski con el Concierto para piano y las Variaciones rococó, con Sviatoslav Richter y Mstislav Rostropóvich; Concierto para violín, de Beethoven, con la joven Anne-Sophie Mutter, y un fulgurante programa con La consagración de la primavera, de Stravinski, y el Concierto para orquesta, de Bartók, entre otras grabaciones.
No es oro todo lo que reluce en su catálogo, así que se recomienda prudencia. De su obsesión por Beethoven -llevó al disco sus nueve sinfonías en cinco ocasiones-, el ciclo más redondo es el que grabó con la Filarmónica de Berlín en los setenta. No defrauda nunca en clásicos del lucimiento orquestal como los Cuadros de una exposición, de Mussorgski, o las obras maestras de Debussy y Ravel. En el otro lado de la balanza, más vale pasar de largo de sus últimas grabaciones de Bach, Vivaldi, Mozart y Haydn. Pero conviene no perderse sus logros en Brahms, Chaikovski, Dvorák, Bruckner, Mahler, Sibelius y Shostakóvich, difíciles de superar en términos de virtuosismo y sofisticación orquestal. De sus registros operísticos, Carmen y Tosca, con José Carreras, y Parsifal merecen realmente la pena, mientras que defrauda por su lentitud en Un ballo in maschera y por su erróneo reparto en Turandot. Por su parte, el sello Emi apuesta por una reedición masiva de todas sus grabaciones en dos monumentales cajas: una con todas sus grabaciones orquestales recopiladas en 88 discos y otra que contiene varias óperas y obras sinfónico-corales en 72 cedés. Quienes se asusten ante el tamaño de tan descomunal lanzamiento, que impresiona más que su ajustado precio (alrededor de 1,60 euros por disco en algunas tiendas) pueden consolarse con un doble disco que reúne fragmentos y piezas breves del gran repertorio bajo el título The legend.
Hay mucho donde elegir. Sus interpretaciones de Bach, Haydn y Mozart soportan mal el paso del tiempo -han quedado muy desfasadas en el estilo- y sólo se pueden recomendar las óperas mozartianas que grabó en sus inicios por sus estupendos repartos, con voces legendarias, como Elisabeth Schwarzkopff, esposa de Walter Legge. Muy aconsejables son sus versiones de la Misa solemnis y las Sinfonías de Beethoven, en especial su primera integral, con la Philharmonia Orchestra. Lo excepcional llega con Strauss -las óperas, Ariadna auf Naxos, El caballero de la rosa, Salomé y sus poemas sinfónicos, como el memorable Don Quijote, con Rostropóvich-, todo su Sibelius, sus grabaciones con Maria Callas (Madama Butterfly, Il trovatore y Lucia di Lammermoor), el Falstaff verdiano, con el inmenso Tito Gobbi, o sus más que notables versiones de las óperas de Wagner El holandés errante y Los maestros cantores de Nüremberg, y Pelléas y Mélisande, de Debussy.
Por último, el sello Decca tiene clásicos como sus lecturas de Otello, con el gran Mario del Monaco, o sus deslumbrantes versiones de La bohème y Madama Butterfly, con el tándem formado por Luciano Pavarotti y Mirella Freni. Recientemente, se han reeditado, con apabullante mejora sonora, sus grabaciones de Aida, con Renata Tebaldi y Carlo Bergonzi, y Boris Godunov, de Mussorgski, y se han recopilado sus mejores registros sinfónicos con la Orquesta Filarmónica de Viena en una caja de nueve discos de precio económico.
EMI ha creado una web española para el centenario de Karajan: www.karajan.es
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