Los muebles necesarios
"Soy de los que piensan que, con el tiempo, terminaremos por librarnos de los muebles". La frase la pronunció Isamu Noguchi y esta semana podrá verse la película en la que aparece en un ciclo organizado por el Guggenheim de Bilbao.
Noguchi fue un escultor jardinero, un escenógrafo viajero y el autor de algunos muebles fugaces, como las lámparas de papel Akari. Dijo su frase sentado en un mueble africano que, para entendernos, parecía una piel de plátano gigante y de madera apoyada en dos patitas. "¿Para qué necesitamos patas si tenemos piernas?". La pregunta sigue sin respuesta. Pero tocaba, y toca, un tema recurrente en el diseño: la necesidad de inventar necesidades. O lo que es lo mismo: la manera de mantener la industria del mueble.
Feliz en dos pasos
Noguchi no era austero. Pero quería ser libre. Descubrió que siguiendo dos pasos se sentía feliz. El primero consistía en abrir los ojos. Su arte, y sus muebles, no dejaron de mirar ni el pasado ni ninguna tradición. Todos los materiales podían servir, desde el papel de sus famosas lámparas hasta el plástico con el que ideó juegos infantiles para un parque en Spoleto con la ayuda de Buckminster Fuller. La segunda clave para la felicidad tenía que ver con renunciar a las pequeñas ambiciones para apostar por una mayor: vivir con poco, esquivar los excesos. Muy oriental. Setentero. Puede ser.
Hace poco, otro diseñador del otro lado del mundo, el checo Borek Sipek, vino a decir lo mismo aunque de una manera muy distinta. Preguntado por el barroquismo de sus sillas aseguró que no era otra cosa que libertad. ¿La misma de Noguchi? "Ser excesivo es hoy, en diseño, la única manera de ser libre. ¿Para qué inventar una silla cuando existe el suelo?". Para Sipek el diseño amplía la vida. Para Noguchi se trataba de no molestar. Dos formas similares, aunque opuestas, de entender la libertad.
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