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Reportaje:

Kenia asusta en Zimbabue

La oposición amenaza con una revuelta si hay fraude en las urnas

Harare es la capital de Zimbabue, pero parece a ratos una lejana región de Kenia. Todos hablan de la violencia que estalló en Kenia tras los comicios fraudulentos de diciembre y se preguntan si puede ocurrir lo mismo aquí. Los diplomáticos lo debaten en voz baja, el Gobierno lo evoca para amedrantar, y la oposición, para advertir de las consecuencias que podría tener el fraude. Zimbabue votó ayer con el corazón en un puño y contendrá el aliento hasta que se difundan los resultados. Quizá hoy. Quizá no se sabe cuándo.

El país surafricano, que vive una dramática situación económica con una inflación del 100.000% y el 80% de paro, renovaba ayer todas sus instituciones, empezando por la presidencia, en unos comicios que los organismos africanos consideran libres y que las cancillerías occidentales, las ONG y la oposición temen amañados.

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Robert Mugabe, de 84 años, el héroe de la independencia que después condujo el país hacia la ruina, aspira a su sexto mandato. Enfrente tiene al sindicalista Morgan Tsvangirai, de 56 años, líder del Movimiento por un Cambio Democrático (MDC) al que le robaron los comicios de 2002, y la gran novedad: Simba Makoni, de 58 años. En él confían tanto los aperturistas del régimen como la oposición que lo considera clave para frenar el fraude.

La jornada transcurrió en calma, salvo incidentes aislados, como el estallido de una bomba contra un candidato opositor, que no causó víctimas, y algún tiroteo. Aunque graves, entran dentro de los estándares habituales de comicios anteriores. Las calles de Harare estaban casi vacías, salvo en los colegios donde se formaron largas colas.

Pese a la calma, los augurios son muy malos. Mugabe, su partido (ZANU-PF) y el Ejército han dejado claro que no aceptarán nada que no sea su victoria. El MDC subrayó ayer, tres horas antes del cierre de los colegios, que su triunfo es "incontestable y sin ningún margen de duda". No hay puentes entre ambos campos, ni árbitros: los observadores occidentales han sido vetados; los africanos y de países amigos del régimen -Irán, China, Rusia- no son reconocidos por la oposición, y el Gobierno ridiculiza como "marionetas del colonialismo" las redes de observadores procedentes de ONG financiadas por Occidente.

El choque parece asegurado, quizá hoy mismo, cuando el MDC anuncie su proyección de resultados. El Ejército ha advertido de que no tolerará celebraciones antes de que se pronuncien los organismos oficiales, controlados por el régimen.

"Hemos aguantado mucho. Nos robaron las elecciones en 2002, nos torturan, nos hostigan y ahora además tenemos un colapso económico total que nos deja sin nada", dice Mariah, una mujer de Mabuku, un suburbio al oeste de Harare afín a la oposición. Allí, las colas son larguísimas. "No parece casual que haya tan pocos colegios y tantas colas en este barrio y se vote tan deprisa en los lugares donde ZANU-PF logra buenos resultados", dice Charles, observador de una ONG local. En otro colegio de este barrio donde sólo se ven carteles del MDC y de Makoni hay más de 500 personas esperando turno. "Llegué a las tres de la madrugada y en ocho horas hemos avanzado menos de un metro", se queja Gertrude. Y añade: "¡Nos quieren volver a robar las elecciones!". El contraste con el colegio instalado en Goromozi, un feudo gubernamental a 30 kilómetros de Harare, es grande: a la misma hora había seis personas esperando. Votar aquí llevaba 10 minutos.

El secretario general del MDC, Tendai Biti, denunció que el Gobierno estaba tratando de cometer fraude masivo y puso varios ejemplos, algunos difíciles de corroborar: censo hinchado y manipulado (incluyendo a muertos), utilización de tinta fácil de borrar para marcar las manos de los votantes e impedir que vuelvan a hacerlo, votos masivos donde no habita nadie y que, por tanto, no debería haber ni colegio electoral. Por la noche, observadores africanos anunciaron el descubrimiento de un paquete de 8.000 votantes falsos en un distrito de Harare.

Testigos occidentales con años de experiencia en el país advirtieron de que una de las claves podría estar en el rechazo de votantes: gente que habitualmente estaba censada en un colegio y que la han cambiado de lugar sin previo aviso. Tras el rechazo, encontrar dónde debe votar no es fácil y aún lo es menos desplazarse, sin transporte público y con la hiperinflación.

"Si finalmente el rechazado no va a votar, alguien va a introducir su papeleta", advierten las mismas fuentes que estiman en un 20% el número de electores rechazados. "La apariencia es de normalidad durante la jornada; las trampas empiezan cuando se cierran los colegios y se abren las urnas", añade.

Una votante muestra su documento de identidad ante un colegio electoral de Bulawayo, feudo de la oposición al presidente Robert Mugabe.
Una votante muestra su documento de identidad ante un colegio electoral de Bulawayo, feudo de la oposición al presidente Robert Mugabe.REUTERS

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