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Reportaje:DANZA

La reencarnación de la primavera

Madrid en Danza y el festival Mudanzas, de Cartagena, ofrecen estrenos y nuevas versiones de clásicos del ballet

Algo primitivo y telúrico, una fuerza emancipadora y tribal emana de esta extraña partitura que, sin ser especialmente bailable, ha seducido a coreógrafos de la más diversa raigambre a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI. Su estructura, rompedora y desafiante, es icono de la modernidad pero su inspiración y tema se remontan a rituales paganos muy antiguos. Este contraste tremendo es el que ha hecho de La consagración de la primavera la obra más aclamada y subyugante de Ígor Stravinski, que la compuso para los míticos Ballets Rusos de Diaghilev y se estrenó, con coreografía del mismísimo Nijinski, el 29 de mayo de 1913 en el Teatro de Les Champs-Elysées, de París, en una ya mítica velada-trifulca. A poco rato de comenzar ya había dos bandos, los que la adoraban y los que la repudiaban. Los espectadores de entonces, más efusivos y eufóricos que los de hoy, comenzaron a reñir en medio de una accidentada representación que arrancó con quejas y gritos a viva voz y terminó con sillas arrojadas desde los balcones y puñetazos aterrizando en el estómago del vecino de butaca. El escándalo se entiende si se tiene en cuenta que esta dura coreografía, estrenada apenas 36 años después que El lago de los cisnes, se saltaba todas las reglas del ballet al uso, con esa música abstracta y nada rítmica y aquella coreografía sin las posiciones y fluidez habituales, con los bailarines danzando bruscamente con los puños cerrados, todo bañado de un subido tono primitivo-sexual.

'La consagración de la primavera' ha atraído siempre como tema a los grandes, medianos y pequeños coreógrafos

Desde su polémico y explosivo estreno hasta hoy, La consagración de la primavera ha sido un tema por el que grandes, medianos y pequeños coreógrafos han tenido especial debilidad. La lista es larga y las interpretaciones diversas. Muchos se han ceñido al tema de su inspiración, el de La Elegida, la doncella virgen de una remota Rusia pagana que es ofrecida en sacrificio. Otros han optado por la danza abstracta dejando que la música sea la voz narradora y no han faltado los creadores asiáticos (Shen Wei) o africanos (Heddy Maalem) que la han asimilado como un símbolo de la modernidad en el mundo occidental.

Martha Graham, en Estados Unidos, en 1930; Mary Wigman, en Alemania, 1957; Maurice Béjart, en Bélgica, en 1959; Kenneth McMillan, en Londres, 1962; John Neumeier, en Alemania, 1972; Hans van Manen, en Holanda, 1974; Pina Bausch, también en Alemania, 1975; Stanton Welch, en Australia, 1998, o Angelin Preljocaj, en Francia, 2001, son algunas de las grandes luminarias que se han interesado en montar, cada cual a su modo y estilo, su propia consagración de la primavera, muy a pesar de que la original creada por Nijinski se ha perdido por completo.

"Eso mejor pregúntaselo a los programadores de todo el mundo que no hacen más que pedírmela", dice la prestigiosa coreógrafa de la vanguardia canadiense Marie Chouinard cuando se le pregunta por qué lleva 15 años girando ininterrumpidamente su aplaudida versión de La consagración de la primavera, que ha sido montada como una sucesión de pequeñas danzas en las que los intérpretes tienen en las terminaciones de brazos y piernas unas raíces que les hacen parecer árboles anclados a la tierra. Su propuesta, casi estática y minimalista, ha sido el éxito más sonado de su compañía fundada hace tres lustros, justamente con esta obra. "Lo que me interesaba, exclusivamente, era la música de Stravinski", dice de su versión, que el próximo 11 de abril llega como uno de los espectáculos estrella del Festival Internacional Madrid en Danza. "Fue mi inspiración y la primera vez que trabajé a partir de una música ya existente. Me interesaba el hecho de que fuera una partitura contemporánea que habla sobre tiempos muy remotos, y también esa estructura de capas sonoras que se superponen, que dan juego a lo coreográfico".

No es Chouinard la única que ha conseguido sostener en el tiempo su consagración. En septiembre próximo, Pina Bausch llevará al escenario de El Liceu, en Barcelona, su mítica propuesta, que viene escuchando ovaciones desde hace 33 años, cuando la estrenó. Bausch cuenta, a través de una danza virulenta, angustiosa y desasosegante, el proceso de selección de La Elegida, que se convierte en una batalla de sexos que habla de brutalidad y dominación masculinas. Tierra mojada cubre todo el escenario y va manchando, con el crescendo de la partitura, los impolutos trajes de unos bailarines cada vez más frenéticos. También al Liceu irá Béjart, L'Amour, La Danse, el espectáculo resumen de la trayectoria del recientemente fallecido Maurice Béjart, que incluye un fragmento de su celebrada versión, en la que el movimiento coral de los bailarines acosa a La Elegida en un remolino francamente angustioso y emocionante.

Creadores de la vanguardia actual no han ignorado tampoco las sugerencias que se desprenden de esta extraña y adictiva partitura. Recientemente, el Mercat de les Flors, espacio para la danza en Barcelona, ha llevado a su escenario dos lecturas muy modernas y contrastadas. En diciembre pasado fue el emotivo y trasgresor dueto concebido por Raimund Hoghe, intenso creador alemán que fue dramaturgo de Pina Bausch y que ha seguido un interesante camino dentro de la danza conceptual, y más recientemente, en enero, la respuesta china de Shen Wei, joven coreógrafo asiático que la llevó a Estados Unidos, donde ahora reside, como su carta de presentación a Occidente. "La obra de Shen Wei está hecha de rupturas con respecto al ritmo de la música. No hay emoción, toda la emoción viene de la partitura", explica Francesc Casadesús, director y programador del Mercat. "En cambio, la de Hoghe es una especie de historia de amor entre él y un chico joven... se desarrolla sobre la idea de la belleza, del contraste entre el cuerpo joven y el cuerpo viejo, donde él expone su fragilidad. La deconstrucción de la música aquí es el guión. Lo más importante es que no hay movimiento en el sentido convencional de la danza sino que ahonda en la relación de dos cuerpos en un escenario. No habla del ritual sino de la belleza, de la pasión en un sentido casi sexual". Más recientemente, La consagración también ha sido usada como una experiencia social, tal y como queda recogido en el documental ¡Esto es ritmo! (T. Grube y E. Sánchez, 2004), en el que el prestigioso conductor Simon Rattle dirige la partitura con la Filarmónica de Berlín para una coreografía montada por el creador Royston Maldoom con 250 escolares de la periferia de Berlín, que nunca habían bailado ni tenido contacto con un escenario.

La obra de Stravinski es un clásico imbatible de la modernidad en Occidente, pero al mismo tiempo sigue siendo un terreno de exploración incluso para los que se mueven en los frágiles terrenos de la llamada no-danza. El creador francés Xavier Leroy prácticamente prescinde de lo coreográfico en su reciente versión, inspirada justamente en la fisicalidad de Rattle cuando la dirige. "Ha hecho una lectura impresionante, muy conceptual", rememora Casadesús, que la ha visto. "Se coloca en el escenario como si fuera un director de orquesta y hay altavoces debajo de las gradas, en los que suena La consagración de la primavera, de forma que él dirige a cada segmento del público como si fueran los grupos de instrumentos de la orquesta".

La consagración de la primavera y Preludio a la siesta de un fauno por la Compañía Marie Chouinard en el Festival Madrid en Danza. Del 11 al 13 de abril en el Teatro Albéniz. Béjart. L'Amour, La Danse. Teatro El Liceu (Barcelona). Del 24 al 29 de julio. La consagración de la primavera y Café Müller, de Pina Bausch. Teatro El Liceu. Del 10 al 14 de septiembre. www.madrid.org/madridendanza www.liceubarcelona.com

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