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Columna
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Fábula moral y tributaria

En exclusiva mundial procedo a destapar las cuitas de un peligroso delincuente fiscal, ser abyecto cuya criminal carrera ha tenido un final justo: no ha logrado zafarse, pese a su temprana edad y su engañosa carita de inocencia.

Y lo publico a fuer de advertencia, justo ahora que ha pasado la Pascua y el calendario nos marca otras dos citas ineludibles, verbigracia negociar las vacaciones de verano y preparar los papeles para Hacienda.

Esta fábula moral arranca con el fin del penúltimo curso escolar, cuando nuestro protagonista empieza a trabajar temporalmente para una empresa de cable y deambula por calles y domicilios en pos de contratos y la consiguiente comisión. El corte de pelo, la indumentaria formal con que debe investirse, las comidas y el transporte cada día a un pueblo diferente, corren por supuesto a cuenta de la familia.

Dos meses de verano intensos, muy calurosos, agotadores. Reuniones por la mañana, pateo de calles, reuniones por la noche..., 12 horas de jornada y al final..., 140 euros. Si lo llego a saber no vengo. Una experiencia para olvidar.

(¿Has dicho olvidar? Ni soñarlo, bribón. Tú no contabas con la bien engrasada maquinaria recaudatoria, que permanece al acecho. ¿Acaso íbamos a permitir que pusieras en peligro la estabilidad del sistema de asistencia y protección social al sustraer a los erarios públicos las cantidades que deberías aportar?)

Un año después la Agencia Tributaria comunicaba al malversador que, como autónomo que era por mor de unos papeles firmados en aquella compañía subcontratante, debía unas cuantas cotizaciones, y las tenía que pagar, no se fueran a quedar los niños sin colegios y las viejecitas sin pensión. El grandísimo defraudador pretendió aclarar las cosas volviendo a aquella empresa que, por supuesto, había cerrado a cal y canto. Sufrió colas y ventanillas y finalmente logró darse de baja de una condición laboral que él mismo aseguraba desconocer. Los funcionarios lo comprendían todo, pero a ellos y ellas nadie se las da con queso, así que entre cuotas, sanciones y demoras..., 600 euros de vellón menos en la libreta familiar.

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Mas no acabaron aquí los sobresaltos, porque el cartero seguía llamando a la puerta del forajido: el Modelo 002 reclama otro principal pendiente además del recargo de apremio por un concepto que no hay Dios que lo entienda: "REQ.V.DEC.NO.AT". La familia del indeseable vuelve a rascarse el bolsillo. Al mes siguiente, otro documento de pago con la "motivación de la exigencia del importe de la reducción practicada" y una ristra "informativa" con las normas aplicables. Pagan de nuevo.

Ahora acaba marzo, y aún temen que las fechorías del malhechor les sigan rebotando. Pero así aprenderán a no criar truhanes de medio pelo. Porque estas malignas larvas de evasor solo se legitiman al alcanzar multimillonarias cuentas en Liechtenstein, y no vaciando las arcas públicas tacita a tacita, parapetados tras esas pintas de adolescentes despistados. Menos mal que las eficaces mesnadas del primo Solbes están a la que cae. Enhorabuena, se ha hecho justicia distributiva.

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