"El 'catenaccio' no existe"
De niño, Marcello Lippi (Italia; 1948) forjaba sus sueños sobre las playas de Viareggio, donde perseguía la pelota junto a sus amigos y charlaba sobre los métodos de Fulvio Bernardini y Rinus Michels, sus referentes. Salió de la Toscana como un defensa técnico, fuerte de cabeza y algo lento. Sus mejores registros, aunque algo discretos, los firmó con la Sampdoria. Pero fue desde el banquillo donde atrapó la gloria.
Alcanzó la UEFA con el Nápoles, dirigió al Inter -ha entrenado a 11 equipos italianos distintos- y encumbró en dos épocas distintas a la Juve, donde logró una Intercontinental, una Copa de Europa, una Supercopa, cuatro Supercopas de Italia, una Coppa y cinco Scudettos. Le faltaba el Mundial. Hasta hace dos veranos, cuando lo logró con Italia, rival de España el próximo miércoles en el amistoso que se celebra en Elche. Entre viaje y viaje, para promocionar su libro La Squadra -dónde relata los secretos del mes del Mundial- y para impartir conferencias en las universidades de toda Europa, trabaja en la cadena Sky como comentarista de los partidos internacionales. "Ya ha cumplido todos mis sueños", desvela; "aunque quiero volver a entrenar".
"En Italia hay una organización del juego estudiada, casi perfecta"
"El jugador grande es reconocido por todos; el fuera de serie da éxitos al equipo"
"Sólo se es grande cuando se vence. En el fútbol todo cambia menos eso"
Pregunta. ¿Tanto echa de menos los banquillos?
Respuesta. Sí, mucho. Dejé la selección de Italia por motivos personales. Pero ha pasado un tiempo y quiero entrenar. Es fácil de entender; es mi profesión y no la desempeño. Soy un enamorado del fútbol y sería incapaz de afrontar un día sin ver un partido ¿Imagina una vida sin haber visto a esos jugadores plásticos, eficientes y grandes?
P. ¿Cómo a quién?
R. En los últimos 20 años el más grande ha sido Zidane. Pero cada época tiene a su jugador y es imposible escoger a uno. Antes que Zizou estuvo Maradona, Di Stéfano, Cruyff...Son futbolistas que sabían qué hacer con la pelota antes de recibirla, que hacían jugar al equipo y, de paso, le imprimían carácter. Esa es la diferencia entre un gran jugador y otro que es un fuera de serie. El grande lo hará bien y será reconocido por todos. El fuera de serie, como Maradona hizo con el Nápoles, será determinante y firmará éxitos para el equipo. Pero cada puesto requiere sus características. El portero perfecto, por ejemplo, sería el que reuniese las cualidades de Buffon, Casillas y Cech. El defensa ideal es el que no deja pasar al rival y que, encima, saca la pelota jugada. En medio es más diverso porque los hay ofensivos y defensivos. Pero lo idóneo sería que supiera mezclar la fase defensiva con la ofensiva. Y arriba, el que marca goles. En un equipo, en cualquier caso, es imprescindible que las líneas estén apretujadas y que impere la organización táctica. Eso y tres o cuatro jugadores libres, que hagan la propuesta ofensiva y sean decisivos.
P. ¿Así era su Italia?
R. Sí. Y ese equipo me ha dado la mayor satisfacción de mi vida; se ganó haciendo un juego contrario al que se le presuponía. Se desmintió que en Italia se juega al catenaccio. Nadie juega así; es una fantasía colectiva que no existe. Lo que hay es una organización del juego estudiada, casi perfecta. No sé si fuimos los mejores, porque el fútbol de Argentina me pareció estupendo, pero ganamos. Creo que fue por la organización, por el gen innato de campeones de los italianos y por la calidad humana del vestuario.
P. ¿No es difícil controlar los egos de un equipo como Italia?
R. No; esos jugadores son inteligentes y grandes. Entendieron desde que no eran especiales y que el resto del mundo no debía estar a sus pies. Jugaron para la victoria. Y si existía algún problema, para eso estaba yo, para hacerme respetar y hacer cumplir las normas. Un técnico debe ser fiel a sí mismo. Da igual si es simpático o borde, si es amigo de los jugadores o coronel; debe hacerse respetar y ser una guía fuerte hasta cumplir el objetivo.
P. Italia venció el Mundial 82 tras un escándalo de apuestas clandestinas y repitió en Alemania, después de amaños de varios clubes ¿Qué tiene Italia que se levanta cuando peor está el país?
R. Son simples coincidencias. Italia lo hizo de maravilla en Italia 90
[perdió en semifinales ante Argentina] y en la Eurocopa de 2000
[cayó en la final tras un gol de oro de Francia]. Y esos amaños fueron una página negra que se esfumó tras la sanción. Se dijo que Italia tenía que limpiar su nombre ¡De qué! Si Italia es campeona de todo, la mejor a nivel mundial tras Brasil, que le supera en títulos. Y me parece que el Milán venció la última Champions, que hay grandes jugadores italianos por todo Europa...
P. Pero, por ejemplo, Cannavaro y Zambrotta no están rindiendo a un gran nivel en el Barça y el Madrid, ¿no?
R. No sé. Para mí fueron dos pilares de la selección y siempre serán los mejores. E insisto, sólo se es grande cuando se vence.
P. Pero no siempre se vence de la misma forma, ¿no?
R. No, pero eso da igual. He entrenado a la Juve durante ocho años y practicamos un fútbol espectacular, el mejor de Europa. Y ganamos. El Madrid, por ejemplo, no jugó de maravilla el año pasado y ganó la Liga. Fue campeón. Este año no sé quién vencerá, aunque por lo que vi [estuvo en el Camp Nou en el clásico] el Madrid hizo un fútbol óptimo y el Barça no. Pero eso no le proclama campeón de la Liga. En el fútbol todo cambia menos esa regla, que el grande es el vencedor.
P. ¿Ha cambiado mucho el fútbol desde que empezó?
R. Muchísimo. Ahora, para jugar al primer nivel, se exige una gran preparación atlética. En casi todos los pueblos, ciudades y continentes se hace el pressing. Antes, en Italia el fútbol se entendía desde la destrucción; ahora, es organizado pero con verticalidad. Pero cada uno tiene sus raíces. No me imagino una España que no practique un fútbol rápido, vertical y de triangulaciones.
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