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Reportaje:La situación del País Vasco

Rabia, escombros y cristales rotos

Los comerciantes salvan lo que pueden de sus comercios en Calahorra - Casi 500 afectados han pedido indemnizaciones por los daños del atentado

Ayer, les tocaba recoger los pedazos. Las heridas causadas a los habitantes de Calahorra por el coche bomba de ETA que exploto el pasado viernes, eran de otro tipo. Un tipo de daño que a menudo es eclipsado por las atrocidades mayores que comete la banda terrorista.

En Calahorra las víctimas son quienes se encuentran ahora sin poder usar el piso por el que pagan hipotecas a 30 años y no saben cuándo podrán volver a casa. O quienes salvaban ayer de entre cascotes y cristales lo que queda de sus comercios. Al menos 490 peticiones de indemnización fueron presentadas desde el viernes por la tarde, según la Delegación de Gobierno en La Rioja. La mayoría, unas 294, fueron por los desperfectos en viviendas. Unas 90, en locales comerciales. Otras 30 en vehículos, y una, por los daños en una caseta de la ONCE.

"Le han quitado el pan a mis hijos", dice la dueña de una tienda de ropa.
Los bomberos creen que no habrá que derribar los edificios afectados

"Son unos hijos de puta", resume Lucia Romano, mientras rescata junto a su familia las pocas cosas que se pueden salvar de la tienda de ropa para señoras que lleva su apellido. La imagen de 15 años de trabajo reducidos a escombros le puede a ratos. Su boutique, al igual que una carnicería y una panadería en la calle general Gallarza, en el centro de la localidad, se ha llevado la peor parte.

"Le han quitado el pan a mis hijos. Ayer , pensaba dejarlo todo, pero eso es lo que quieren esos desgraciados" relata enfurecida, mientras su hija intenta consolarla mostrándole una de las prendas que salió indemne. Su marido, Javier, prefiere dejar las cuentas para otro día: "Nos han destrozado. Hasta que no te pasa a ti no sabes lo que es".

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Por la mañana, Bomberos y Protección Civil retiraban los escombros y saneaban las fachadas de los cuatro edificios más afectados, situados justo frente al cuartel de la Guardia Civil. "Ayer conducía una ambulancia, hoy me toca quitar estos pedruscos", declaraba uno de ellos. Sólo durmió cuatro horas. Entre las prisas y la cantidad de trabajo, uno de los bomberos se cortó la mano y necesitó cuatro puntos de sutura.

Fuentes de ambos cuerpos explicaron que no se ha detectado daño estructural en los edificios. En principio, no sería necesario demolerlos y solamente habría que rehacer los tabiques y las fachadas. Pero la última palabra la tendrá el arquitecto municipal, quien evaluará también el estado de las instalaciones de luz y gas de los inmuebles.

Las mismas fuentes relataron que es posible que algunas de las 40 familias que no pudieron dormir en su casa el viernes puedan hacerlo en las próximas 48 horas. Ayer, los albergues habilitados para acogerles estaban vacíos. Cada uno se había alojado donde podía, en casas de familiares o amigos.

Nicoletta y su pareja, Dorel, son de Rumania. Ella tiene los ojos rojos, maltratados por el mal dormir, las lágrimas y la impaciencia por saber cómo estaba su casa. Logró entrar a verla a las dos de la tarde para recoger dos maletas con ropa y una jaula con sus dos hámsteres, que sobrevivieron a la explosión. "La primera noche te quedas en casa de alguien de la familia, pero ¿y después, qué? Me han dejado sin vida, estoy pagando una hipoteca a 27 años por una casa que no sé si voy a poder usar", se lamenta. Al igual que Nicoletta, los vecinos pudieron entrar a sus casas por la tarde a recoger lo imprescindible, nada más.

El Ayuntamiento abrió sus puertas por la mañana para atender a los vecinos afectados. Había tres solicitudes disponibles para daños en viviendas, coches y comercios. "¿Has traído una foto de la casa?", preguntaba una funcionaria a un anciano apoyado en su bastón. "Dame el DNI que ya te relleno yo, pero vas a tener que traer una foto de los daños mañana". El consistorio volverá a abrir hoy domingo.

La onda expansiva reventó escaparates de tiendas que estaban a varias manzanas del lugar. "No sólo eso, mira también cómo me han dejado el techo, inservible", se indigna Casimiro, el propietario de una droguería: "No voy a poder abrir en un mes por lo menos", vaticina.

A unos pasos, una pareja intenta arrancar su coche, aparcado desde el viernes a 30 metros del cuartel. Arranca. "Menos mal, ya con las lunas destrozadas tenemos bastante", resopla el conductor.

En paralelo, agentes de la Guardia Civil inspeccionaban las tiendas para ver si sus cámaras de seguridad captaron alguna imagen de los terroristas. "Aunque lo dudo mucho, porque si cumplen la ley, las cámaras no pueden apuntar hacia fuera", explica el agente. "Esperemos que alguien se la haya saltado".

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