Competencia textil
Poco queda por luchar, cuando el gigante tiene todas las armas, y David, el pobre, se halla maniatado. Así nos sentimos los que intentamos sobrevivir en el textil, con una competencia feroz y desleal. La legislación española nos obliga (por suerte) a respetar el medio ambiente. Ello significa utilizar productos que no contaminen, y disponer de depuradoras que eliminen todos los restos de productos que pudieran ser perjudiciales. Del mismo modo, las emisiones de contaminantes al aire deben ser mínimas.
También nos obliga la ley a que todos los trabajadores dispongan de los medios suficientes de protección personal (los EPI), así como garantizar la seguridad de los trabajadores en sus puestos de trabajo. Y cómo no, también garantiza la libertad del trabajador a sindicarse libremente, a que no trabaje más de 40 horas semanales y que disponga de un salario mínimamente digno (aunque no sea mileurista).
Todo lo contrario que en los países asiáticos, donde sus leyes no les prohíben casi nada y existe la explotación infantil y la prohibición de sindicarse, la libertad absoluta de contaminar el medio ambiente, cero equipos de seguridad personal y un largo etcétera. Con este panorama, Goliat está armado hasta los dientes, y el pobre David apenas tiene un tirachinas... Mientras los Gobiernos europeos no exijan las mismas condiciones a todos los productores textiles, los de aquí estamos destinados a una muerte lenta y agónica por una competencia desleal, que todos apoyamos comprando prendas fabricadas en Asia con dudosa legalidad.
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