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Devoción y curiosidad

Miles de madrileños y turistas acuden a las procesiones del centro

Rebeca Carranco

Tras las campanadas, y el silencio que precede al arranque de la procesión, salió el jueves Nuestro Padre Jesús del Gran Poder desde la iglesia de San Isidro, en la calle de Toledo. A juzgar por la calma y la solemnidad con la que los presentes asisten a su paso, se diría que se trata de devotos católicos, pero poco pasionales. Sólo intermitentes aplausos y flashes de alguna cámara interrumpen el lento camino de los santos.

Entre los asistentes, no todos son practicantes. De las 25 personas a las que preguntó este periódico, cuatro se definieron como "muy creyentes", 16 se denominaron creyentes no practicantes y las cinco restantes dijeron no creer en nada.

"Soy muy creyente, pero es la primera vez que vengo", dice un joven

"Me gusta el folclore", presume Elena Lucía, de 52 años. Espera a las seis de la tarde la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, El Pobre, que parte de la iglesia de San Pedro, en la calle del Nuncio. Pero no es creyente. "Yo, sí", insiste su amiga Ángeles Gadella, de 51, con la que ha acudido al tradicional acto religioso. "Incluso he ido alguna vez a Sevilla a ver procesiones", asegura. Ambas son madrileñas, como la mayoría de las personas preguntadas por este periódico.

Sólo siete de los encuestados han venido de fuera de Madrid (cuatro italianos, dos valencianos y un cordobés). Es el caso de Mario y María, un matrimonio siciliano que se encuentra de vacaciones con sus dos hijos. "Hemos leído en la guía que se hacen las procesiones y nos ha hecho gracia. En nuestro país hay una celebración parecida estos días, la de Enna", explican con la guía turística en una mano y la cámara fotográfica en la otra.

Las calles del barrio de los Austrias estaban a rebosar. Y los bares, prácticamente vacíos. Un grupo de jóvenes bebe en una de las vías cercanas al circuito de El Pobre, que parte a las siete. "Nosotros vamos más tarde a la procesión de los borrachos", bromea uno, aferrado a un mojito.

A su lado, una pareja de jóvenes defiende su religiosidad. "Mi procesión preferida es la que salió por el miércoles". Yolanda, de 24 años, se refiere al paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud, en el que participó la Hermandad de los Gitanos, de la que forma parte. Su novio, Iván, de 18 años, es algo menos docto en la materia. "Soy muy creyente, pero es la primera vez que vengo a una procesión. Lo hago por ella".

En la iglesia de San Pedro, a las seis de la tarde, dos horas antes de que empiece la procesión, miles de personas se aprietan para caber en la calle de Toledo. Entre los que esperan, la mayoría se dice fervoroso de María Santísima del Dulce Nombre, La Macarena, que parte detrás del Cristo.

Al lado, en la Colegiata, además de los creyentes y los curiosos están también los costaleros. "No se puede contar lo que se siente, es muy grande", explica minutos antes de cargar a La Macarena un costalero de la Hermandad de Gran Poder, Javier Jiménez, de 32 años. Minutos después se mete en la iglesia para participar en una procesión contenida y silenciosa.

Mientras, a escasos metros, la Policía Local, armada con cuatro grúas municipales, multa y retira coches a destajo de las calles aledañas a los circuitos de las procesiones.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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