Setenta veces 70's
Las pasarelas recuperan la década del amor y la fiebre disco... por enésima vez
Más de 40 años después del verano del amor, se recupera por enésima vez el gusto por el folclor, los flecos y los pantalones de campana que acompañó a la catarsis social y cultural de finales de los sesenta y setenta. La explosión psicodélica se ha convertido en una tabla de salvación para los diseñadores cuando la inspiración escasea. Porque si algo ha quedado claro, revisión tras revisión, es que funciona.
- ¿Qué? Chalecos de cuero, vestidos estampados y vaporosos, colores desteñidos, túnicas y caftanes, ponchos, bandas en la cabeza... Reunión de los grandes éxitos de la actitud bohemia de la juventud de San Francisco, pero con un arreglo levemente distinto. Donde antes había desaliño y despreocupación, ahora hay exquisitez de nuevo rico. Hippismo en el jet privado. La versión de 2008 está pensada para contentar, en primer lugar, a las herederas diletantes que creen que Hendrix fue una especie animal extinguida en la prehistoria de la civilización. Y, después, a las hordas que siguen sus eses.
Donde antes había despreocupación, ahora hay exquisitez de nuevo rico
- ¿Cómo? Hasta el pasado septiembre, como parte de las celebraciones del verano del amor, el Museo Whitney de Nueva York mostró una generosa recopilación del legado de la psicodelia. Su rastro se ha notado en las colecciones para este verano que mezclan con la libertad del zoco. Saris de la India, ante y flecos de los nativos estadounidenses, cuero y tachuelas de los escenarios del rock. Aunque no se trata tanto de la ingenuidad de la primera parte de la época, como del punto desengañado y autodestructivo que la presidió tras bofetadas como el Watergate.
- ¿Dónde? Uno de sus principales valedores es el joven diseñador Christophe Decarnin, que con sus provocativos vestidos resume el marcado carácter sexual de la tendencia. En 2006, Decarnin aterrizó sin mucho ruido en una casa decadente, Balmain, y en sólo tres colecciones ha vuelto a colocarla en el mapa. Curiosamente, Decarnin coincide en la defensa boho con un maestro de la ostentación provocativa. Roberto Cavalli abandona diamantes y actitud de diva en favor de suaves flores y puntillas victorianas. Un giro que no hace sino confirmar el sesgo lúdico y erótico de la cuestión. Incluso Miuccia Prada se aprovecha de la ilusión de amabilidad para lanzar un mensaje perverso a través de transparencias.
- ¿Por qué? "Todo esto va de libertad", declaró Decarnin tras su desfile. "Para mí un sari es la forma más pura de un vestido", dijo a su vez Jean-Paul Gaultier tras el de Hermès. "Puedo jugar con él de muchas formas, con increíbles colores y tejidos". De una u otra forma, parece que es el mito del libre albedrío lo que nos ha traído hasta aquí. Tras un invierno severo y antes de otro incierto, la moda se toma un respiro juguetón y fácil.
- ¿Vale la pena? Un simple caftán puede ser un billete para soñar con una vida más fabulosa. El capricho de un estampado delirante es una actitud escapista tan inútil como otra cualquiera, pero a veces, queda más a mano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.