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Columna
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La cripta

La Tierra será tragada por el Sol en 7.590 millones de años, según cálculos que no vale la pena cuestionar. A esa hora los nacionalistas del Bloc seguirán conformando un espacio -al fondo, a la derecha-, mientras los paleocomunistas medirán su autenticidad a través de sucesivas fracturas, hasta lograr la descomposición del átomo en frío, dentro de un sistema electoral fosilizado. Los socialistas valencianos seguirán a lo suyo, que nada tiene que ver con el proyecto de quien acaba de ganar las elecciones generales, tal como explicaba ayer mismo en estas páginas el profesor Azagra. El PSOE valenciano tocó fondo hace lustros, pero sigue excavando. Como la sociedad ha cambiado, hay que atrincherarse hasta que la susodicha sociedad vuelva a cambiar. Aquí estaremos y usted que lo vea. Entre hoy y el final de los días irrumpirán sus representantes habituales en uno o varios congresos, como los figurantes del Thriller de Michael Jackson, con una coreografía sobre horrorosos compases a base de renovación y compromiso con la sociedad. Hasta es posible que la voz de Joan Lerma se parezca a la de Vincent Price. Tras el último descalabro, la tentación, una de ellas, será apuntarse a los grandes o medianos eventos: carreras de Fórmula, de sacos y de caddies. O aplaudir la ocupación de suelo para que el monocultivo del ladrillo prolongue el espejismo de prosperidad, mientras desde los púlpitos de esta derecha beata nunca faltará un agravio para ser coreado por el orfeón mediático y estómagos agradecidos. Esta lógica conlleva un riesgo, y es que cuando el personal se acerque a la urna, opte por el original en lugar de la fotocopia. En este páramo tampoco faltan hinchas nostálgicos, amigos de la causa, que advierten a la colección de cromos en que derivó el socialismo indígena sobre la necesidad de sacudirse el talante reivindicativo, porque ni la corrupción cotiza en las encuestas del CIS. Cuando alguien embiste contra los radicales de izquierda, proclama en voz alta que no dejan delinquir en paz.

De manera que, sin entrar en el universo mágico de la izquierda exquisita y sus cambiantes aledaños, la socialdemocracia del terreno, casi indigente, sigue aquejada de los mismos problemas que sufría cuando inició, a golpe de pico y pala, su viaje al centro de la Tierra. Y menos mal que la vice De la Vega y Bernat Soria contuvieron un desastre peor, aunque felizmente llevadero para una generación amortizada pero cuyos proyectos son individuales e intransferibles. Aun suponiendo que converjan con el de su líder vencedor, se ignora cómo lo van a predicar y, sobre todo, dónde. Además, con independencia de las edades provectas o de los trienios acumulados en la escala de méritos, en esta cripta nadie abandona un pesebre, institucional u orgánico, hasta dentro de siete milenios. Pese a su escaso o nulo tirón electoral, seguiremos observando a los héroes del tiempo desafiando a los elementos. También en el Senado, donde la autora de El derecho de voto del accionista: supuestos especiales compatibilizará el balneario con la leal oposición a Rita Barberá. ¿Dejar sitio? Ni con agua hirviendo.

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