Viveiro resucita sus tradiciones
La capital de A Mariña duplica su población durante la Semana Santa
Un centenar de tambores aporreados a la vez en la Plaza Mayor de Viveiro hicieron retumbar ayer la Mariña lucense. Con una gran tamborrada al anochecer, la Xunta de Cofradías de Viveiro quiso reivindicar la tradición y el carácter singular de su Semana Mayor y situar a esta villa en el mapa de festejos de la Semana Santa. Fiesta de Interés Turístico Nacional, en siete días Viveiro se desborda y prácticamente duplica su población (16.000 habitantes) con los visitantes que se acercan hasta el estuario del río Landro para ver de cerca unas procesiones austeras y solemnes con más de cinco siglos de historia marcadas por la cronología bíblica.
Siete cofradías, una veintena de pasos y cerca de 3.500 cofrades dan forma a la Semana Mayor de Viveiro, la "ciudad que ríe", según rezan las promociones turísticas de la capital de la Mariña. De la sonrisa al recogimiento religioso, la repleta villa marinera afronta la "semana más importante del año" para vecinos y hosteleros. "De un modo u otro, casi todas las familias de Viveiro se implican y participan en la Semana Santa como cofrades, costaleros, en las bandas o participando en la organización", señala María del Carmen López, portavoz de la Xunta de Cofradías. "Nunca hemos dejado de celebrarla, ni siquiera en los años más difíciles".
Las cofradías, este año, promocionaron su fiesta en Madrid, Valladolid o Gijón
Tras medio siglo de silencio, se recupera el popular desfile de la Virgen de Dolores
Los orígenes de la Semana Mayor se remontan a la Baja Edad Media, cuando los franciscanos y los dominicos se establecieron en conventos opuestos fuera de los muros de la pequeña villa. Para acercar los misterios de la fe al pueblo analfabeto, los monjes diseñaron todo un ritual pedagógico que representaba los pasajes más significativos del Nuevo Testamento con especial atención al Triduo Pascual: pasión, muerte y resurrección de Cristo. La jerarquía eclesiástica condenó las procesiones en el interior de las iglesias y devotos e imágenes salieron a desfilar por el casco antiguo de la localidad con los rostros cubiertos por el capuz.
Las cofradías apuntan que las congregaciones más antiguas de Viveiro (la Venerable Orden Tercera franciscana y la Cofradía del Santo Rosario, que organiza el Santo Entierro), son las herederas de aquellos monjes. Además, hay otras cinco cofradías que germinaron en los años 40 como O Nazareno dos de Fóra, formada por viveirenses en la diáspora, o la Congregación del Santísimo Cristo de la Piedad, con sus tres filiales: las hermandades del Prendimiento, las Siete Palabras y la Santa Cruz, la más numerosa de todas (750 cofrades) y formada exclusivamente por mujeres. La más joven es la Cofradía de la Misericordia, que se fundó en el 2007 y sólo tiene unos meses de vida.
Se sostienen con las aportaciones económicas "variables y voluntarias" de los socios, aunque la Xunta de Cofradías maneja 60.000 euros anuales del presupuesto municipal. Esta Semana Santa tiene para los viveirenses una significación especial porque se cumple el bicentenario de La Cena (1808), el paso que domina la procesión del Jueves Santo. Su autor, Juan Sarmiento, fue un escultor de San Cibrao que talló a los 12 apóstoles con los rostros de varios marineros del puerto lugcense con tal familiaridad, que incluso el traidor, Judas Iscariote, tiene los rasgos de un viejo acreedor del artista. Venerado es también el Cristo de la Vera Cruz o Cristo de los franceses, que según la tradición salvó a Viveiro del saqueo de las tropas napoleónicas.
Madrid, Valladolid o Gijón, en 2008, fueron algunos de los destinos seleccionados por la Xunta de Cofradías para atraer visitantes. Por primera vez en 50 años, la villa recuperó esta semana el desfile de la Virgen de Dolores, "un acto eminentemente popular que se había desterrado", explica la presidenta de la Hermandad de la Santa Cruz.
Cuenta que esta cofradía se creó en 1953 en señal de rebeldía hacia un mundo de cofrades y costaleros dominado por hombres y recuperó otra tradición en el olvido: un Vía Crucis femenino. A este Vía Crucis de género, esta noche, le sigue mañana su opuesto masculino.
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