Caminar donde se unen el Bilbao de antaño y el actual

Juan Ignacio Vidarte (Bilbao, 1955), director general del Museo Guggenheim Bilbao, no se siente dueño de su agenda. Su tiempo libre queda condicionado, más veces de lo que desearía, por la extensión de la jornada laboral y los viajes profesionales. El ocio supone, con frecuencia, una conquista que disfruta sin planes extraordinarios, cerca de su casa, en el barrio bilbaíno de Indautxu, al que le gusta regresar para comer, tranquilamente, en familia. "Nada se sale de lo normal en mis fines de semana", reconoce.

"Como casi todo el mundo, aprovecho los sábados para hacer las cosas que no puedo hacer el resto de la semana", precisa. Y para convertir la obligación en placer, si sobra un rato aprovecha la gira de compras de los sábados por la mañana para tomar el aperitivo en el Lago ("por los bocadillos de jamón"), en el Serantes ("lo mejor son las rabas"), en el Estoril ("una barra impresionante") o en el Bitoque ("miniraciones de platos tradicionales"). "Bilbao tiene el encanto de conservar vida en las calles, con los bares y las tiendas de antes, a los que se puede llegar andando", cuenta. "La ciudad ha cambiado mucho, pero lo esencial no se ha movido y sigo viviendo en un ambiente muy parecido al de 30 años atrás", añade.

"La ciudad ha cambiado mucho, pero lo esencial no se ha movido"

La rutina diaria de Vidarte pasa por dedicar la primera hora del día a hacer deporte. Para los fines de semana reserva una actividad física más tranquila. "Paseo por placer, como tanta gente. Es bueno para el cuerpo y para la cabeza", argumenta. En sus caminatas busca el contacto con la naturaleza. El destino, a veces, se halla al otro lado de la plaza del Sagrado Corazón, a cinco minutos de su casa. Cuando en invierno empieza a caer la tarde, baja por las escaleras que llevan a los muelles del Museo Marítimo y enfila hacia la izquierda por el borde de la Ría en dirección a Olabeaga. "El paseo de Abandoibarra es más ordenado y hay más gente. Caminando hacia Olabeaga tienes a la vista el Bilbao de antes y el de ahora, es un paseo tranquilo, llano y silencioso en el que no pierdes de vista la Ría". Allí encuentra la relación de la ciudad con su pasado portuario y marítimo, el que muestra que Bilbao ha mirado siempre al mar y el que Vidarte ha intentado que las personas que llegaban al Guggenheim sin saber una palabra del País Vasco conocieran. Unas veces ha sido desde la perspectiva del Casco Viejo o el Ensanche, en ocasiones desde Artxanda, y, si había tiempo suficiente, llegando hasta El Abra.

Cuando no es la Ría, sus caminatas buscan el mar, como cuando recorre el paseo desde Punta Galea a Barrika. Si la ruta pasa por Urdaibai, especialmente por su margen derecha, en Kanala, le merece el calificativo de "mítica". En Urdaibai la naturaleza gana a cualquier otro atractivo, pero en Akorda, en Ibarrangelu, siempre halla una delicia para el paladar.

Buena parte del año las caminatas le llevan al monte, "algo suave, como subir a Gaztelumendi desde Larrabetzu". En un par de horas está de vuelta, y el lugar tiene la ventaja de quedar cerca del restaurante Horma Ondo, donde disfrutar en la ladera de Artxanda de platos tradicionales y excelentes vistas.

Los domingos de Vidarte se clasifican en dos: con partido en San Mamés y sin partido en La Catedral. "Un lugar de sufrimiento que, dos veces al mes, no se puede evitar", reconoce apesadumbrado. Su localidad de tribuna alta, la misma que ocupa desde que empezó a ir con su padre al fútbol cuando tenía poco más de 10 años, sólo queda vacía en situaciones extremas. Su corazón rojiblanco no es indiferente al juego del Athletic ni a los resultados, pero las penas del fútbol no llegan a arruinarle el fin de semana.

El tiempo de ocio se acaba para Vidarte con la luz del día. "¿Vida nocturna en Bilbao? Dicen que existe, pero yo no sé nada", concluye.