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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Números rojos

Lo peor que podría hacer IU es buscar las causas de su derrota en factores externos

Tras sus malos resultados, Izquierda Unida (IU) afronta su crisis más grave desde su fundación. Entre los diversos grupos y sectores, que conviven dentro de una fuerza política que ha pretendido actuar esta legislatura como voz crítica a la izquierda de los socialistas, se ha abierto un periodo de reflexión que deberá durar hasta el próximo mes de junio.

En términos generales, la mayor parte de los dirigentes con más peso coincide en considerar que los resultados del 9 de marzo no son la causa de la crisis, sino su efecto; el descalabro se ha limitado a aflorar las tensiones que ya se vivían dentro de IU. El coordinador general, Gaspar Llamazares, presentó su dimisión tras conocerse los resultados, aunque asegurará la continuidad de la dirección hasta la celebración del congreso, en junio.

La pérdida de tres escaños deja a IU sin grupo parlamentario, con lo que no sólo no estará en condiciones de influir sobre el Gobierno socialista como lo había hecho hasta ahora, sino que perderá gran parte de su presencia política y social al convertirse en parte del Grupo Mixto. Si, además, Iniciativa per Catalunya, el grupo hermano catalán, al que pertenece uno de los dos diputados electos, se desvinculase de la coalición, la presencia de IU en el Congreso se vería reducida a un solo escaño.

Llamazares ha asegurado que no tolerará un "aquelarre" en la determinación de las causas de la derrota y se ha mostrado dispuesto a asumir la responsabilidad, pero no la culpa. Puede aceptarse si es una forma de decir que el análisis de la derrota no debe convertirse en un espectáculo de división. Pero sería un error si se trata de un pretexto para desviar esa responsabilidad hacia factores externos.

Es cierto que el sistema electoral ha perjudicado a IU más que a cualquier otra formación, pero es el mismo que existía cuando obtuvo 23 diputados en 1979 o 18 en 1993, lo que tal vez le habría permitido disputar el papel de bisagra a CiU si Anguita no hubiera optado por la estrategia de la pinza. Y en cuanto a la fuerte tendencia al bipartidismo, con su dinámica de voto útil, habría que preguntarse hasta qué punto IU no ha contribuido a ella, al reforzar ese discurso de las fuerzas mayoritarias que planteaban estas elecciones como una batalla ideológica, más que política, entre la verdadera izquierda y la derecha de toda la vida.

Y en el tenso debate territorial de esta legislatura, IU se ha adaptado con nula resistencia a la presión nacionalista, especialmente en Euskadi, con Madrazo como avalista de izquierda de Ibarretxe y sus proyectos soberanistas. Con resultados como que en Mondragón gobernase ANV -el último disfraz de la ilegal Batasuna- merced al apoyo de la IU local; algo que la mayoría de los electores conoció a raíz del asesinato del ex concejal socialista de esa localidad Isaías Carrasco, dos días antes de las elecciones. Sería cerrar los ojos ignorar que ese oportunismo también ha influido en los resultados.

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